15 noviembre 2007

Relato de Lupe Garcia Araya







Olga siempre fue minuciosa y delicada con las cosas que le rodeaban.Su infancia transcurrió jugando en el taller de mecánica que su padre tenia.Así fue como surgió su afición por los coches. Casi todas las tardes después de llegar del colegio apretaba algún tornillo o arreglaba ruedas pinchadas.No le hubiese importado seguir los pasos de su padre, pero éste siempre se negó.Olga era una chica lista y responsable, independientemente de la mecánica sentía pasión por los idiomas,Así que una vez terminado el instituto se matriculó en la universidad en la especialidad de filología inglesa.Algunos veranos iba a Londres y alternaba alguna tarea extra a la vez que practicaba inglés.Nunca se acostumbró al frío y al aspecto gris de la ciudad, pero decidió seguir allí.Comenzó a dar clases de apoyo a chicas y chicos de un instituto, así se ganaba algún dinerillo extra.Una tarde pasó por delante de una empresa de autobuses donde un anuncio solicitaba conductores. Al día siguiente dejó su currículum con la foto donde ella se sentía más guapa.A las pocas semanas y tras una larga entrevista con el jefe de recursos humanos fue seleccionada para formar parte de la plantilla.La empresa le había asignado inicialmente a Olga una línea tranquila de cercanía cuyo recorrido era de unos 15km, desde la ciudad hasta su destino.Casi siempre subían los mismos pasajeros. Poco a poco Olga se fue fijando en cada uno de ellos.En la forma de subir las escalerillas, si daban los buenos días, las buenas tardes, la forma de coger y pagar sus billetes; también observó como casi siempre se sentaban en los mismos asientos, se respetaban los sitios como si estuviesen abonados a los mismos.Un día se le ocurrió imaginarse como serían sus pasajeros fuera del autobús, sus vidas, costumbres, preocupaciones…

RELATO.-

Miguel era uno de aquellos pasajeros que cada mañana subía al autobús de Olga.
Tendría unos treinta y cinco años, mirada perdida y aspecto triste. Usaba gafas y el pelo le caía sobre los hombros. Solía llevar una barba incipiente de dos ó tres días que le daba un aspecto
desaliñado e informal.

Olga pensaba que sería profesor de instituto, siempre llevaba una mochila colgada al hombro y algún libro en la mano.
Él se limitaba a saludarla cuando subía al autobús y despedirse cuando bajaba. Después lo veía alejarse calle arriba.

Una tarde Olga encontró un libro en el asiento que Miguel siempre ocupaba, lo ojeó y vio que había notas de lápiz a pié de página, era un libro de literatura. Así fue como le asignó el papel de profesor y no se equivocó.

Guardó el libro para entregárselo al día siguiente, pero Miguel no apareció, tampoco en los días que fueron pasando. Al quinto día decidió pasar por el instituto para preguntar por él. Le comentaron que había pedido una baja pero no el motivo.
Ella no dejó el libro, volvió sobre sus pasos con lo único que de él tenia.

Olga no podía dejar de pensar en Miguel, le resultaba rara aquella situación y sin saber por qué aquel libro que encontró lo llevaba siempre en la guantera por si él volvía a aparecer.
Fueron pasando los días, los meses, hasta que una noche que Olga paseaba a su perro, le pareció cruzarse con él. Se volvió para asegurarse, pero se había perdido entre la gente.
Esperó al día siguiente a la misma hora y vio como se acercaba, esta vez lo paró para saludarlo, pero él parecía no recordarla .Alguien más se acercó de pronto, era la hermana de Miguel que iba acompañándolo.
Olga pudo observar como él tenia la mirada perdida y le costaba seguir la conversación.

Charo, que así se llamaba la hermana, le contó que Miguel había tenido un accidente.
Le gustaba montar en bicicleta y uno de esos días cuando paseaba alguien lo arrolló
Golpeándose fuertemente la cabeza ,esto le afectó una parte del cerebro, le costaba coordinar palabras y también perdió algo de memoria.

Desde ese día Olga pasaba algunas tardes con Miguel, le acompañaba en sus paseos, le leía poemas y sobre todo volvió a subir al autobús ocupando el sitio que tanto tiempo le había esperado.

Lupe García Araya.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Que tal Lupe?, tu relato y el mío tienen un sabor común. Me pregunto, ¿porqué resulta más fácil describir una situación dramática que una feliz?. Besines.

Anónimo dijo...

Hola chicos, quizás uno de estos días decida coger este autobús en el que se respira un aire nostálgico, poético, amoroso...,
¡Próxima parada...!
Me gustan todos los personajes del bus.
Besos

Anónimo dijo...

Hola Adolfo,en este autobús se olvidan muchas cosas...quizás en el fondo de nuestros corazones existan unos nostálgicos empedernidos .
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Julia,el bus tiene muchas paradas,
cuando tú quieras te subes...
Un beso.

maría magdalena gabetta dijo...

Es hermosa la historia de Miguel, aunque triste es esperanzadora, siempre hay alguien que repara en uno y cuando menos se le espera tiende una mano para ayudarnos a salir adelante. te felicito Lupe. Un beso. Magda

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Delicada y tierna historia a la vez que sin querer mueve algo en tu interior.
Ojalá los profesores recobren la memoria algún día...esa memoria que olvida...que me olvida.

...esto es lo más cerca de ti que puedo estar...
PAT