31 diciembre 2013

Pedro Javier Martín Pedrós





En este trocito chiquitito de año que me queda, se me estremece el alma llena de angustias y locuras que pasean por mi interior sin permiso de circulación. Aquí, no hay

controles de alcoholemia que me lleven con precaución hacia el atisbo de mis sonrisas rotas, los maremotos que estamos desarrollando en cada bolsillo de nuestra careta diaria.

Bocinas, más bocinas, cohetes, platos y vinos sofisticados  nos esperan para la gran fiesta... Y mis lágrimas cansadas de recorrer mi rostro me piden horas extras que no acierto a comprender.

Dicen que la poesía  es vida, a veces es más,

es azul,

es amor, romanticismo, también he conocido la poesía del beso,del abrazo, del apretón de manos, de la respiración compartida,

de la zancadilla,

del odio, del vacío, del vacío,

de la separación, del vuelo roto, del olor a mierda.

Acercaos por favor, ahora quiero quedarme con vosotros

con el beso limpio que recibí ayer de alguien que acababa

de conocer y que en su mundo lleno de desilusión me dio un empujón hacia la esperanza.

Manifiesto públicamente mi agradecimiento a todos los que me hacen crecer y saborear el cóctel de la vida con sus grises y azules.

Gracias, a todos sin distinción.

Os deseo lo mejor.




29 diciembre 2013

Eric Clapton - Tears In Heaven (lyrics y subtitulos en español)

Lluïsa Lladó


Lluïsa Lladó


COSMOVITA.

La pera jugosa
de carne membrillo
y líquido fuente,

las roscas de las bombillas
del parque de atracciones,
sí,en esta madrugada,
voy a versificar del olor de la esperanza,
los ojos ilusión
y el color moqueta de campo.

Hablar del ala delta,
paracaídas con sábanas de hilo
y el cesto con ramas de madroños
y cañas de torrente
con la esfera gigante de un globo,
dispuesto a cazar lunas
y ponerle un capirote al sol,

a platicar de las golosinas,
de las máquinas que venden un sueño
por un euro en una bola de plástico
precintada con celo de imprenta,
de la flor del ojal de novio,
de la sonata de besos fluviales,
la risa de un museo con cola
y el flash prohibido frente a un cuadro de Picasso,
la era,la simiente,la noria,
un pijama gris y la tortas con Nocilla
felicidad a dos palmos del cielo,

ayer,ahora y sin embargo
me ha soportado
la pena

de todas
por ejemplo,
de cada una de las nombradas cosas,

hoy,es hablar de ti. 

Pedro Javier Martín Pedrós.







El espacio entre tu olor

Y el mío es interminable.

Nos separa el tamaño de la sonrisa.

Deseo que venga el invierno

para abrazar la playa vacía,

desplegar mis sentimientos

y regar la sequía de tus

tristezas.

Poco a poco,

silencio a silencio,

de forma suave,

iré naciendo para mañana

desnudarme ante un sol indiferente

que anuncia un nuevo otoño

en mi vida.



Del libro : Huellas de Agua. 

Begoña Abad




Tendrás que escapar, estoy segura,
de tu propia conciencia cada noche,
después de firmar tanto despido,
después de cerrar tantas fronteras,
después de ahogar tanta esperanza,
después de matar tantos futuros.
Escaparás en un coche de lujo
del insomnio espantosos de las noches
cuando ni el rolex te de una tregua.
Tendrás que escapar, estoy segura, ...

de ti mismo cualquier día
cuando el miedo a mirar alrededor
te asuste tanto como mirarte al espejo.
Tendrás que aprender a vivir
con los ojos cerrados, para no ver
que estás pisando gente
cuando sales triunfante
a recoger el premio a los beneficios
de una empresa de matar
con patente de corso,
legal y bendecida por el dios de turno.

Ana Vega



Esa forma tuya
de mantener la distancia
entre los dos.
Nosotros dos.
La lentitud con que te mueves
sin yo pedir nada.
La mirada suplicante
que en un solo minuto,
un segundo,
me recorre el cuerpo entero
en una avalancha hacia ti.
Quiero creer que tengo,
que poseo algo,
que tú estás en cierto modo,
en algún lugar
de mí
esperando siempre
la llamada, la invitación divina,
un simple acercamiento,
un abandonar distancias...
Nosotros dos.
Ambos.
Uno,
en alguna ocasión,
ciertos días.
La balanza que se equilibra
a golpe de caricia.
El desorden caótico
de no verte.

27 diciembre 2013

Ana María Matute





Ana María Matute, en sus palabras:


«Me parecería una auténtica falta de cortesía que dios no existiera»


«Un libro no existe en tanto alguien no lo lea. Y nunca nadie lee el mismo libro»


«La palabra es la alarma de los humanos para aproximarse unos a otros. La palabra es lo más bello que se ha creado, es lo más importante de todo lo que tenemos los seres humanos. La palabra es lo que nos salva»


«Si no hubiese podido participar del mundo de los cuentos y si no hubiese podido inventarme mis propios mundos, me habría muerto»


«Mi padre tenía una fábrica de paraguas, pero en casa se leía mucho. Disponíamos de una pequeña biblioteca y compartíamos inquietudes lectoras. Mi padre, incluso, empezó a escribir un dietario pero al final lo dejó y mi madre no se iba a dormir sin leer un rato. Mis hermanos y yo mantuvimos esos hábitos: siempre pedíamos libros para Reyes o por nuestro cumpleaños»


«Escribir es también una forma de protesta. Casi todos los escritores comparten el malestar con el mundo»

«Yo no escribo para ganar dinero, pero si escribo y tengo que comer, es mejor si me pagan»

Juan Ramón Jimenez.,




YO NO SOY YO


Soy este
que va a mi lado sin yo verlo;
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces, olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pié cuando yo muera. 

Rosina Conde




Paradoja





En esta ciudad

en donde las telenovelas son más



importantes

que la comunicación humana

mientras otros mueren de asfixia

un huérfano nace entre los escombros

Foto de leonorakarr

Angela Botero



De todas maneras

Cualquier tarde


La magia termina.

Se acaba.


Hay dentro un vacío.


Nada!


Hemos abusado y sin


Presentirlo siquiera


Estamos ahí,


A un lado


Pero por ser como somos,


Extendemos las manos


Seguros de que todo


Nacerá un día,


Con el sol.


Muy temprano. 

Antonio de Padua Díaz,




Aguardándote


Sobre la noche
cae la luna naranja de octubre
y solo estoy con tu no presencia en mis hombros,
con tanto amor a distancia
perturbado por la mar cercana,
a la guarda del consuelo ante el encuentro escrito
y tus besos en papel verjurado de dos gramos,
tu tarjeta de visita castellana,
la palabra sugerida por tus cálidas manos.


Del poemario Santuario Azul

25 diciembre 2013

GIOCONDA BELLI





REGLAS DEL JUEGO PARA LOS HOMBRES

QUE QUIERAN AMAR A MUJERES MUJERES


I

El hombre que me ame

deberá saber descorrer las cortinas de la piel,

encontrar la profundidad de mis ojos

y conocer lo que anida en mí,

la golondrina transparente de la ternura.

II

El hombre que me ame

no querrá poseerme como una mercancía,

ni exhibirme como un trofeo de caza,

sabrá estar a mi lado

con el mismo amor

conque yo estaré al lado suyo.

III

El amor del hombre que me ame

será fuerte como los árboles de ceibo,

protector y seguro como ellos,

limpio como una mañana de diciembre.

IV

El hombre que me ame

no dudará de mi sonrisa

ni temerá la abundancia de mi pelo,

respetará la tristeza, el silencio

y con caricias tocará mi vientre como guitarra

para que brote música y alegría

desde el fondo de mi cuerpo.

V

El hombre que me ame

podrá encontrar en mí

la hamaca donde descansar

el pesado fardo de sus preocupaciones,

la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,

el lago donde flotar

sin miedo de que el ancla del compromiso

le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.

VI

El hombre que me ame

hará poesía con su vida,

construyendo cada día

con la mirada puesta en el futuro.

VII

Por sobre todas las cosas,

el hombre que me ame

deberá amar al pueblo

no como una abstracta palabra

sacada de la manga,

sino como algo real, concreto,

ante quien rendir homenaje con acciones

y dar la vida si es necesario.

VIII

El hombre que me ame

reconocerá mi rostro en la trinchera

rodilla en tierra me amará

mientras los dos disparamos juntos

contra el enemigo.

IX

El amor de mi hombre

no conocerá el miedo a la entrega,

ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento

en una plaza llena de multitudes.

Podrá gritar -te quiero-

o hacer rótulos en lo alto de los edificios

proclamando su derecho a sentir

el más hermoso y humano de los sentimientos.

X

El amor de mi hombre

no le huirá a las cocinas,

ni a los pañales del hijo,

será como un viento fresco

llevándose entre nubes de sueño y de pasado,

las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados

como seres de distinta estatura.

XI

El amor de mi hombre

no querrá rotularme y etiquetarme,

me dará aire, espacio,

alimento para crecer y ser mejor,

como una Revolución

que hace de cada día

el comienzo de una nueva victoria. 

Juan Pan García



NO SOY DE PIEDRA




Salí del ascensor arrastrando mi maleta de ruedas y me dirigí al coche que tenía aparcado enfrente del portal. Mi reloj marcaba las tres de la tarde y el viaje estaba programado para hacer noche en Madrid.
En la puerta del edificio estaba  Elena, una vecina del 5º, con un niño de dos años en brazos; la saludé al pasar y ella me sorprendió con una pregunta:
— ¿Te marchas otra vez?
— Sí.
— Qué suerte tienes.
— ¿Suerte irme lejos de mi casa?
— Al menos ves mundo y vives la vida.
- ¿Ver mundo? Mi mundo eres tú, chiquilla. Cada vez que te veo pasear con ese niño en brazos envidio las caricias y los besos que le das.
La miré a los ojos unos segundos para ver su reacción y ella me correspondió con ojos llenos de emoción y a punto de brotar lágrimas.
Me subí en el auto, metí la llave de contacto y lo arranqué. Mientras se calentaba el motor me quedé observando a aquella mujer que de pie enfrente del coche no cesaba de mirarme. Estaba turbado, no comprendía qué motivos tenía ella para sentirse así de triste, ni por qué estaba allí y me había dicho lo que dijo. Durante todo el camino fui pensando en ella y tratando de descifrar el mensaje que fluía de su mirada.
Supuse que se sentía presa en su hogar, que añoraba la libertad de desplazarse y conocer mundo y otras personas, que su hogar había cesado de ser un nido de amor y se había convertido en una cárcel, algo odioso, por eso sería que me dijo “Qué suerte tienes”.
Sin embargo, hacía apenas cinco años que estaba casada, y tenía un hijo precioso de su matrimonio, con 2 añitos. Era joven, 28 o 30 años, y muy atractiva. Su marido tenía un trabajo fijo, trabajaba sólo 8 horas y ganaba un buen sueldo, al contrario que la mayoría de vecinos, que realizábamos jornadas de sol a sol. Parecía una familia feliz. ¡Qué cosas! ¿Qué sucedía en ese matrimonio?
Un mes más tarde vine a pasar unos días en casa, y me encontraba sentado en mi salón viendo las noticias cuando llamaron a la puerta. Era mi vecina, allí estaba toda nerviosa y con el niño en brazos.
— ¿Qué deseas? — le pregunté.
— Nada, he visto el coche y he venido a saludarte. ¿Qué tal el viaje?
—Bien, aún no hemos acabado la obra; el domingo salgo otra vez para allá.
— ¡Qué bien!
— ¿Quién es?–Dijo mi esposa desde la cocina.
—Elena, la vecina del 5º—contesté
— ¿Qué quiere?
— No sé, ahora hablará contigo.
La invité a entrar en la casa y se sentó en el salón. Mi mujer se acercó y comenzamos a hablar de todo: del tiempo, del trabajo, de la monotonía del barrio: un dormitorio sin ningún atractivo ni comercios, aparte los consabidos bares en cada esquina.
Yo salí a la calle y las dejé conversando. Se celebraba la fiesta del Carnaval, que duraba toda una semana, y estuve con unos amigos escuchando cantar a unas comparsas. Al volver me encontré con Elena esperando el ascensor y vi que se ruborizaba, entré con ella y nada más comenzar a elevarse le cogí la cara y la besé. Ella se separó de mí bruscamente y me empujó; yo me quedé desconcertado sin saber qué decir. Entonces ella me dijo: ¿Te has vuelto loco? Aquí cualquiera puede vernos.
Ella descendió en la 2ª planta y antes de que se cerrase la puerta del ascensor se volvió y mirándome a los ojos me dijo con voz queda: “Esta noche te espero a las doce".
Yo continué hacia arriba, me limpié la cara y alisé el cabello para entrar en mi casa.
Esa noche me vestí con un disfraz y me fui al centro solo, a mi esposa le dije que había quedado con una peña de amigos y que nos íbamos a hartar de beber. Ella, en esas condiciones no quiso acompañarme. Fui dando tumbos por Cádiz hasta que llegó la hora de la cita.
Entré en el edificio a oscuras, llamé al ascensor y me detuve en el 5º piso. El corazón parecía querer estallar en mi pecho, temía que cualquiera pudiese salir en el momento crucial y sorprenderme en una planta que no era la mía, y disfrazado de El Zorro.
Abrí despacio la puerta del elevador y sentí un pequeño chasquido: la puerta de la derecha se abrió sin encender la luz y entré directamente en el apartamento. Ella me hacía señal de guardar silencio con un dedo cruzado en la boca. Cerró la puerta y se abrazó a mí; estaba completamente desnuda debajo de la bata de seda. Me arranqué el disfraz que llevaba y nos besamos largamente en la boca. Sentía su cuerpo palpitar contra el mío, sus labios temblaban y respiraba agitadamente. Me aparté un poco para desnudarme y entré en el baño; vi que yo estaba sucio y con la cara tiznada por el disfraz, me metí en la ducha y ella se quedó fuera observando.
Cuando acabé me alcanzó una toalla grande y suave y apenas comencé a secarme ella se acercó y me besó en la cara…, y fue descendiendo llenando mi cuerpo de besos. Yo estaba que no cabía en mí de excitación, de gozo y de sorpresa. Sentí la suavidad de su mejilla en mi vientre y el calor de sus labios, la humedad cálida de su boca… Acaricié un momento su cabello y luego la levanté y la conduje hasta su cama con la mano sobre sus nalgas.
Ella se sentó en el borde y luego se echó hacia atrás, levantando sus piernas y dejándolas en el filo de la cama. La persiana estaba levantada y la luz de la plaza penetraba débilmente en la habitación y se reflejaba en el gran espejo situado sobre la cómoda, permitiendo ver en suave penumbra lo que allí sucedía. Contemplé admirado las suaves dunas de claros y sombras que dibujaba la luz en su cuerpo y me arrodillé junto a ella en el suelo. Puse mis labios sobre su piel temblorosa y me perdí en la espesura del tapiz que cubría su pubis. Sentí el perfume a jazmines y hierbas frescas, observé cómo los pétalos de su rosa se humedecían con el rocío de la noche; busqué el manantial de la vida, aquél que me atraparía durante los minutos que siguieron, proporcionándome una ilusión,un deseo de vivir, una alegría que se manifestaría luego en mi rostro y en mi comportamiento con los demás.
Sentí los dedos de ella entre mis cabellos presionando levemente y llevándome derecho al lugar oculto y bendito, la fuente de su deseo. Al poco tiempo su voz suave se convirtió en un murmullo incomprensible, unos suspiros entrecortados y un grito ahogado que acompañaban a los espasmos de su cuerpo quebrándose y retorciéndose al sentirse morir en vida, la vida escapando de gozo y locura, de pasión y de miedo. Me levanté y contemplé un momento su agitado cuerpo, su respiración acelerada recobraba su ritmo normal y me incliné sobre ella, la besé y abracé su estrecho cuerpo. Sus piernas me rodearon como pulpos hambrientos. Y entonces sucedió el milagro: dos cuerpos desconocidos, ignorados hasta ese momento, danzando al mismo tiempo, y al compás de la música divina del deseo  se ponían de acuerdo en el ritmo y el movimiento sin ningún tropiezo, murmurando palabras de amor e intercambiando besos… ¡Oh Dios!...
Nos quedamos largo tiempo tumbados en silencio mirando al techo y luego poco a poco nos giramos el uno hacia el otro y se reanudaron las caricias y los besos; pasé la mano suavemente por las suaves dunas de su pecho y cogí entre mis dedos las fresitas que  se erguían al trasluz. Las observé y las besé, antes de atraparlas con mis labios y morderlas suavemente: Le hice un poco de daño y ella se giró en la cama y quedó boca abajo con el cabello suelto a un lado y los brazos extendidos. Yo me alcé sobre un codo y la admiré de nuevo. Los claro oscuros bellísimos que producían la escasa luz que se proyectaba en su cuerpo resaltaban las dos preciosas colinas blancas y un valle oscuro en medio que me llenaba de deseo.

Me acerqué aún más a la delicada escultura de mármol gris que yacía a mi lado y recorrí su espalda con mis labios, apenas rozando su delicada piel, que sufría escalofríos de vez en cuando al sentir lo que le estaba haciendo; bajé por las sombras y las luces y acaricié cada duna de su cuerpo blanco y fuera ya de mí, excitado, enfebrecido de tormento la elevé sobre sus rodillas y pegué mi cara a su piel dulce, cálida y suave como la seda. La besé y mordí,  comí y bebí de sus fuentes hasta saciarme; luego me coloqué detrás y entré en su templo de amor… Allí perdí la razón, la noción del tiempo. Comenzaron de nuevo los giros, los pasos lentos, las danzas amorosas... y sentí venir la muerte al faltarme el aire, al explotar mi pecho y mis entrañas, al caer sin sentido sobre su espalda primero y luego sobre el costado en el lecho. Me olvidé de todo: del trabajo, de los míos, de los suyos, del teléfono y de todos mis deberes y derechos… ¿Para qué preocuparme, si ya no estaba en este mundo?
A las cinco me levanté, una hora antes del regreso de su marido, que trabajaba en el turno nocturno: La vi medio dormida y la dejé descansar. Me vestí despacio y salí en silencio del apartamento; llamé al ascensor...

Al día siguiente, el sol había salido como de costumbre, las mujeres iban a la compra y los autobuses pasaban rozando los coches aparcados en doble fila. Todo seguía igual que antes. Todo menos yo… Yo era otro hombre.
FIN

Fernando Sabido Sánchez,





Fragilidad




No debo permanecer un día más en la fragilidad
y ni siquiera recuerdo de qué huía
cuando acepté implicarme en este desorden
o sentarme a tomar el sol con los ancianos

una mujer me cerró la puerta de su casa
sin querer escucharme
y me siento capaz de recomponer en otro lugar
las piezas desgastadas del rompecabezas

GABRIEL CELAYA,





Cerca y lejos




Más allá del pecado,
indecible, te adoro,
y al buscar mis palabras
sólo encuentro unos besos.


En el pecho, en la nuca,
te quiero.
En el cáliz secreto,
te quiero.

donde tu vientre es combo,
fugitiva tu espalda,
oloroso tu cuerpo,
te quiero

Almudena Guzmán










Esto ya va mejor...


Esto ya va mejor.
Ya no le tengo miedo.

Y me complace que usted,
como quien no quiere la cosa,
haya fijado el barniz de sus ojos en mis piernas.

María José Collado


               

Máscara



Cruza el umbral, vergel de sencillez,
deja su otro rostro, el de metal,
rígido, inanimado en la pared.
En las habitaciones de su casa
recupera el molde de sus rasgos,
la sensatez, el hilo del corazón.
Cae debilitada la costra, expira
por todos los sumideros de la piel,
regresa al origen placentero.
La indiferencia, la impostura,
capas unidas a la ropa triste,
a la exigencia de reglamentos,
fulminadas como molestas moscas.
Desahogado el tiempo respira
se hace música, idea, horizonte,
santuario único, inexpugnable.
Fuera ladra la noche apaleada
por uniformes y llaves inglesas,

pacta un armisticio con la luna.




Pintura de : Antonia Naranjo Paris.

Pedro Javier Martín Pedrós




Es necesario encalar nuestras miradas


para que nuestra aportación de añil

produzcan amaneceres de interminables azules.


Es necesario visitar nuestras puestas de soles,

aunque nos sintamos un poco más viejos.


Es necesario que nos abracemos y manifestemos

nuestras lluvias de interior,

para que la hierba crezca junta.


Es necesario decir siempre hasta luego

para que la despedida no sea tan dolorosa.


Es necesario abrir nuestros paraguas

para refugio de la dulzura.


Es necesario acariciar nuestras manos

para hacer el trabajo más llevadero.


Es necesario llorar

para que la agricultura florezca.


Es necesario ejercitar el verbo amar

para no oxidarnos en los muelles de las dudas eternas.


Es necesario compartir paleta y pincel

para pintar los excrementos y horrores de las guerras.


Es necesario seguir viajando en el colectivo

porque se huele a humanidad.



Es necesario repostar de amor para creer en nuestra existencia.

24 diciembre 2013

Aurelio González Ovies




Qué más quisiera yo
  que ver desde los montes
  el animal del tiempo.
Ser el reverso de la sombra.
El huésped más agraz de las luciérnagas.
El viaje más fundible de los túneles.
El ritmo artesanal del corazón.
El invertebrado rojo de la llama.
Qué más quisiera yo
  que ser el viejo perro del coraje
y asustar a la muerte
cuando viene a buscaros.
        
Qué más quisiéramos todos que proteger de la enfermedad 
y de la muerte a los que amamos.

Concierto de Año Nuevo 2013 desde Viena.HDTVrip

Ana García Briones. Copyright ©






He visto rostros
con alma de pájaro,
que levantan el vuelo
como aves migratorias.

Son furtivos del silencio,
que entre el aire y las hojas
buscan nido.

Caminan por sendas oscuras,
y se acercan a fuentes

que manen agua.

Libres,
en extrañas circunstancias,
en su soledad ligera
y en su sosiego dulce.
Tendidos junto a ríos,
mares y pantanos,
ahogan tempestades.

Navegan por corrientes estrechas,
estremeciendo las tardes,
con versos,
alumbrando las sombras
para alcanzar la luz.

Traficantes de sueños ,
contaminados de madrugadas
y desvelos,
perdidos en las realidades más hondas
de la desolación .

He visto sus miradas,
están perdidas,
su sed es la palabra.
Es el trágico ocio
del poeta.


23 diciembre 2013

• Sonia Martínez Requejo •





TIC, TAC, TIC, TAC

Cuando nací...
mi cabeza y mi corazón se hallaban próximos,
tan próximos
que era imposible distinguirlos.
No acertaba a saber
si sentía lo que pensaba
o pensaba lo que sentía.
Para no confundir los latidos
con los devaneos de alguna neurona loca
acercaba la cabeza al pecho
y me quedaba oyendo
los bombeos de mi corazón ligero
tic tac tic tac...
Era fabuloso poder
ir de aquí a allá
huyendo de la sensatez
con mi cabeza y mi corazón unidos.
Pero el tiempo me cambió,
mi cuerpo fue creciendo,
mi cuello se irguió
para alejar mi cabeza de mi corazón.
Ahora los sentimientos y la razón
no se conocen,
por razones de altura
dejaron de mezclarse.


Del libro : Silencios encontrados.
Colección : Poesía en la distancia
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