
Corriendo… jadeando llegó, Alicia, al autobús. El motor lanzaba al aire sus primeros mujidos para iniciar el arranque.
Olga, la conductora, farfullando maldiciones, volvió a abrir las puertas que aún recordaban el movimiento de cerrarse y bajo a colocar el equipaje de esta bella pasajera en el gran maletero.
-¿Pero quieres subir? Los he visto más rápidos -refunfuñó Olga- cuando Alicia entró en el autobús. ¿A ver, el ticket?. Vale, está todo bien. Olga, la gacela veloz, como la llamaban sus compañeros de profesión, dio por concluida su inspección y el autobús comenzó a deslizarse por el asfalto, con pereza.

Estos movimientos aceleraron los pasos de Alicia que se colocó en uno de los pocos asientos que quedaban libres, al final del autobús.
El enorme autocar arrancaba a la vez que silenciosas lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. Sus pensamientos se agolpaban y recordó los dolores mortales que le produjo aquella última visita a sus padres. Se despidió besándoles, sabiendo que probablemente no les vería más. Papá le dijo -el domingo iremos a comer a tu casa, prepárame el postre que haces tan rico y que a mi tanto me gusta, ¿quieres Lici?- Sí, contestó con un hijo de voz, sabiendo que no habría domingo para ella.
Sintió la agonía de la muerte cuando Jaime, su pareja, el día anterior la besó como siempre amorosamente diciéndole, - pasado mañana es fiesta, iremos a divertirnos todos juntos.-¿Qué es pasado mañana? Pensó Alicia, si ahora acaba todo.

El estertor y la exhalación final fueron las despedidas de Paz y Dani la noche anterior. Paz le dijo -mami, quiero ser tan guapa como tu, mañana hazme un peinado como el tuyo, ¿vale?-. Dani, mimosón como siempre, rodeando con sus bracitos el cuello de mamá , le decía -no me gusta que sea de noche, porque me tengo que separar de ti. Quiero que llegue pronto mañana.- No habría mañana para Alicia.

El autobús circulaba veloz recorriendo kilómetros. Alicia cada vez se separaba más de su hogar, ya no lloraba, no sentía nada. ¿Acaso esto no es la muerte?,pensó.
Miró por la ventanilla y vio que el paisaje había cambiado totalmente. Montañas enormes y bosques de árboles inundaban el horizonte. Un manto de césped mullido e intensamente verde lo cubría todo. Caía una lluvia finísima, eterna, que conservaba todo el frescor…
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