
Olga siempre fue minuciosa y delicada con las cosas que le rodeaban.Su infancia transcurrió jugando en el taller de mecánica que su padre tenia.Así fue como surgió su afición por los coches. Casi todas las tardes después de llegar del colegio apretaba algún tornillo o arreglaba ruedas pinchadas.No le hubiese importado seguir los pasos de su padre, pero éste siempre se negó.Olga era una chica lista y responsable, independientemente de la mecánica sentía pasión por los idiomas,Así que una vez terminado el instituto se matriculó en la universidad en la especialidad de filología inglesa.Algunos veranos iba a Londres y alternaba alguna tarea extra a la vez que practicaba inglés.Nunca se acostumbró al frío y al aspecto gris de la ciudad, pero decidió seguir allí.Comenzó a dar clases de apoyo a chicas y chicos de un instituto, así se ganaba algún dinerillo extra.Una tarde pasó por delante de una empresa de autobuses donde un anuncio solicitaba conductores. Al día siguiente dejó su currículum con la foto donde ella se sentía más guapa.A las pocas semanas y tras una larga entrevista con el jefe de recursos humanos fue seleccionada para formar parte de la plantilla.La empresa le había asignado inicialmente a Olga una línea tranquila de cercanía cuyo recorrido era de unos 15km, desde la ciudad hasta su destino.Casi siempre subían los mismos pasajeros. Poco a poco Olga se fue fijando en cada uno de ellos.En la forma de subir las escalerillas, si daban los buenos días, las buenas tardes, la forma de coger y pagar sus billetes; también observó como casi siempre se sentaban en los mismos asientos, se respetaban los sitios como si estuviesen abonados a los mismos.Un día se le ocurrió imaginarse como serían sus pasajeros fuera del autobús, sus vidas, costumbres, preocupaciones…
RELATO
Miré el reloj y eran las 7,45 de la mañana aproximadamente, estaba distraída pensando que me había levantado hoy un poco tristona y rarilla, me acordé que me tenía que bajar la regla y sería por esto que me encontraba así; me suele ocurrir con frecuencia, bueno ¡que tonta! todos los meses. 
Pensé hacer tiempo para salir a la hora exacta de la parada y me dispuse a contar los billetes que había vendido manualmente, ya que la máquina que los expide de forma automática se estropeó ayer, y aún no la habían arreglado.
Así es que para adelantar, los fui contando; luego me dispuse a poner las monedas en los cartuchos correspondientes. Estaba en estos menesteres hasta que mi tarea se vio interrumpida al observar por el rabillo del ojo derecho una mano joven que depositaba la moneda para que le diera un billete. Le di los buenos días acompañados de una pequeña sonrisa y me contestó bajito, con desgana quizás. Seguí su trayectoria por el espejo retrovisor interior disimulando ponerme bien mi cortita melena y pude observar que había ocupado un asiento dos filas detrás de mí.
Desde ese mismo momento quedó bautizado como Luís; su mirada estaba perdida, una mezcla de alegría y preocupación, ¡como para no estarlo!, me dije.
Alicia, su chica desde hacia poco más de mes y medio, era adicta a la cocaína. Después de vivir una auténtica pesadilla en los últimos días, ella había decidido ingresar en un centro de ayuda a los toxicómanos animada por él. Era una joven encantadora, con cara aniñada y algo en su mirada muy especial.
Se habían conocido en un curso para “Jefes de Sala de Hotel”, y Luís, desde el primer momento, sintió una atracción especial hacia ella.
Su relación sentimental tomó tal interés para ambos que en breve llegaron a conocerse profundamente.
Desde el mismo día que Luís supo de la dependencia de Alicia, se propuso ayudarla haciendo gestiones y animándola a visitar a un buen amigo terapeuta.
Hoy habían decidido desayunar juntos y dar un buen paseo por el parque antes de entrar en el programa de desintoxicación.
Me imaginé un abrazo de despedida, lleno de dolor y de esperanza. Ella lo conseguiría……

Pensé hacer tiempo para salir a la hora exacta de la parada y me dispuse a contar los billetes que había vendido manualmente, ya que la máquina que los expide de forma automática se estropeó ayer, y aún no la habían arreglado.
Así es que para adelantar, los fui contando; luego me dispuse a poner las monedas en los cartuchos correspondientes. Estaba en estos menesteres hasta que mi tarea se vio interrumpida al observar por el rabillo del ojo derecho una mano joven que depositaba la moneda para que le diera un billete. Le di los buenos días acompañados de una pequeña sonrisa y me contestó bajito, con desgana quizás. Seguí su trayectoria por el espejo retrovisor interior disimulando ponerme bien mi cortita melena y pude observar que había ocupado un asiento dos filas detrás de mí.
Desde ese mismo momento quedó bautizado como Luís; su mirada estaba perdida, una mezcla de alegría y preocupación, ¡como para no estarlo!, me dije.
Alicia, su chica desde hacia poco más de mes y medio, era adicta a la cocaína. Después de vivir una auténtica pesadilla en los últimos días, ella había decidido ingresar en un centro de ayuda a los toxicómanos animada por él. Era una joven encantadora, con cara aniñada y algo en su mirada muy especial.
Se habían conocido en un curso para “Jefes de Sala de Hotel”, y Luís, desde el primer momento, sintió una atracción especial hacia ella.
Su relación sentimental tomó tal interés para ambos que en breve llegaron a conocerse profundamente.
Desde el mismo día que Luís supo de la dependencia de Alicia, se propuso ayudarla haciendo gestiones y animándola a visitar a un buen amigo terapeuta.
Hoy habían decidido desayunar juntos y dar un buen paseo por el parque antes de entrar en el programa de desintoxicación.
Me imaginé un abrazo de despedida, lleno de dolor y de esperanza. Ella lo conseguiría……
1 comentario:
Buen relato. Un abrazo. Magda
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