
Yo he visto
los mejores poetas de mi generación
desterrados, desheredados,
ocultos en el fondo de los bares,
y he visto sus miradas
como versos trepidantes
cabalgar hacia el final de la noche,
y he visto su ternura descuartizada
por la abundancia de quienes les temen
y en su miedo los hacen grandes.
He visto en la bondad de sus gestos
la rebeldía de un mundo
que no necesita orden ni ley para ser justo,
la testaruda razón de quienes a la vida responden
con la vida misma.
Yo he visto

una canción que no tenía letra ni remite,
y ellos la entendieron.
Les he visto levantarse
contra los versos exquisitos y subalternos,
les he visto encadenarse a las excavadoras
para frenar la destrucción de su tierra,
de su conciencia,
y nadie los invitó a los palacios de Doñana
y mucho menos a editar poemas
bajo el sello hipócrita
de quienes lavándose la cara
ensucian el mundo.
He visto como se engañaban para
seguir perdiendo en un círculo de ganadores,
como alacranes en mitad de un fuego
que desintegra y reduce
la inteligencia y el miedo.
Y por todo ello han sido procesados,
sentenciados, condenados,
abocados a la indigencia laboral
y clandestinidad de la palabra.
Yo he visto
los mejores poetas de mi generación
romper los versos a conciencia,
Eladio Orta:
"porque bien ya otros lo hacen
y no ha ocurrido nada".
En su profunda voluntad de cambio,
con sus contradicciones,
en su maldita y genial resistencia
frente al pensamiento único,
he visto a los poetas de mi generación
perder sus mejores oportunidades,
y no ha pasado nada,
pues nada hay más digno
que ser consecuente y efímero
en todo momento y verso
esa maldita poesía que nos hace libres
frente a la tradición.
Foto de Leo Matiz
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