
Te conozco bien,
tu eres la fotografía de un niño hambriento,
la última morada de la conciencia
junto al anuncio del nuevo software.
Tú eres la conversación que no se sostiene
En tu ignorancia vivimos todos
en tus ojos saltones
—tripón y canijo—
en tus envejecidos rasgos que anuncian
la inminente muerte y el debate en televisión.
Te conozco tanto que ya no te temo
ni me quitas el sueño que no tengo
ni podrás nunca competir
con la imagen que te robó el alma.
Campo de refugiados
donde gravitan los corazones
donde los cuerpos tendidos como ropa
se sostienen al filo de la media vida.
Desconfía entonces
de quienes fotografían sin pudor tu suerte,
vuestra muerte está sobrevalorada.
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