
Sentado en mi cama
de la habitación número once
por la doble ventana
miré la casa rosa y blanca
de todos los días posiblemente
del siglo dieciocho.

Me puse la camisa y se hizo un espléndido
silencio ni tranvías ni voces
ningún sonido. Entonces
vi volar palomes grises
que tampoco hicieron ruido
y sentí un momento,
y sentí un momento,
aún así en calzoncillos,
la paz como sería.
Praga, agosto de 1.990
Foto de Jordi Gaya-Gallofré
1 comentario:
Me estremece este poema. Gracias.
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