
Daniel Casado nació en Cáceres, creció en Trujillo y ahora vive en Mérida. En Trujillo y en Mérida ha centrado su labor literaria este joven poeta cuyos poemas han visto la luz en diversas publicaciones literarias. Sin embargo, en 2003 aperece por fin su primer poemario, ganador del Premio Ciudad de Mérida de 2002. Es colaborador de cuantas iniciativas literarias surgen en esta ciudad, algunas de las cuales lidera. Desde el año 2000 dirige y edita una serie de cuadernillos de poesía llamados El pájaro solitario, donde van publicando algunos poetas extremeños actuales. También codirige la tertulia literaria ADAMAR, junto a Ana Castillo y Fco. Javier Carmona”. (Escritores de Extremadura)
Daniel Casado tiene publicados los siguientes libros:
Me acuerdo. Mérida, De la luna libros, 1999.El largo caminar tan breve. Madrid, Vitrubio, 2003. (VIII Premio de Poesía Ciudad de Mérida).El viento y las brasas. Pre-Textos, Madrid, 2004 (XXV Premio de Poesía Arcipreste de Hita).El proyector de sombras, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2005.
Me acuerdo. Mérida, De la luna libros, 1999.El largo caminar tan breve. Madrid, Vitrubio, 2003. (VIII Premio de Poesía Ciudad de Mérida).El viento y las brasas. Pre-Textos, Madrid, 2004 (XXV Premio de Poesía Arcipreste de Hita).El proyector de sombras, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2005.

De naturaleza inquieta, en enero de 2007 crea uno de sus proyectos más ambiciosos, Mundo en Verso, destinado a difundir la poesía a través de las nuevas tecnologías (vídeo e internet).
Para esta ocasión, leeremos su libro, El Largo andar tan breve, Premio Ciudad de Mérida.
Aquí os dejamos el primer poema del libro recitado por su autor.
Ahora,
cuando es más dura la luz
y el silencio cae, ancho
como un río de mercurio
sobre nuestras sienes, levanto aquí,
memorial y póstumo, tu recuerdo.

Elevo estas manos
que tu cintura alzaran
como un soplo, furtivas,
y las convoco ahora
al antiguo oficio -inútil-
de la melancolía.
Son manos -solías decir-
de pianista, albinas y huesudas,
inocentes y tibias. Las apretabas
contra el pecho y soplabas
sobre ellas como al final de un truco
de magia.
Ahora,
cuando es más dura la luz
y el silencio cae, ancho,
con un bostezo amargo
en su pupila, miro, a solas,
mis manos.
Sólo en ellas parece posarse,
siquiera un segundo,
el abrasado gesto de tu amor.
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