22 enero 2009

Poema de Margaret Atwood




SIN NOMBRE

Una pesadilla te asalta con frecuencia:

llega un hombre herido, por la noche,

a tu casa

-sitúas el agujero en el pecho, a la izquierda...

Su sangre al brotar mancha

tu puerta, al apoyarse,

casi desvaneciéndose...

Quiere que le dejes entrar.

Es como el alma de un amante

muerto y resucitado

hambriento aún

sólo que no está muerto. Y aunque el vello en tus brazos

se eriza y un aire frío

que de él proviene

cruza tu umbral,

no has visto a nadie más vivo que él

cuando te toca, apenas roza tu mano

con la izquierda suya, su mano limpia,

y un "por favor" susurra,

en cualquier idioma...

Tú no eres médico ni nada parecido.

Has llevado una vida normal,

lo que un observador llamaría "sin tacha".

Detrás, en la mesa,

hay un cuenco con fruta,

una silla, un cuchillo,

un plato con pan...

Es primavera, y el viento de la noche

huele, húmedo, a marga removida

y a flores tempranas.

La luna irradia su belleza

que como belleza ves al fin,

tan cálida y ofreciéndolo todo....

Sólo hay que tomarlo.

Oyes ladrar perros distantes.

La puerta está entreabierta

o entrecerrada:

así permanece y tú no puedes despertar.

Foto de Walker Evans,

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