15 mayo 2009

Poema de Anabel Caride



Bio-bibliografía


Anabel Caride nació en Sevilla en 1972 y es licenciada en Filología Hispánica. Ha trabajado como profesora de Lengua (a ella le gusta pensar que de Literatura) en varios institutos terminando por establecerse en Huelva en el instituto Fuentepiña.


Suele moverse entre el microrrelato, el cuento y la poesía, género en el que ha publicado Nanas para hombres grises y la plaquette “Inventario de desahucios”. Ha colaborado con varias revistas y figura en las antología Los vicios solitarios y Poesía viva de Andalucia como “telonera” de mucha gente a la que admira. Recientemente ha terminado su poemario Sálvese quien pueda pero aún no ha encontrado un editor lo suficientemente loco. No pierde la esperanza


Su blog:http://www.lacoctelera.com/nacidaendomingo




EL BAILE DE LOS VAMPIROS


Cuando quitan las calles y se pone el pijama el currante

rezando a Casimiro,

cuando ponen películas de culto

y se borran las grúas,

vienen los basureros con la banda sonora de su camión discreto

y esa es la señal

convenida.

Ellos abren el féretro.

Realizan el ritual de su fin de semana

y ya no nos recuerdan a quien se duerme en clase

los lunes a primera.


No son como nosotros.


No soportan la luz en las pupilas,

por su sangre circula garrafón y lujuria sin blanco

y no saben la fecha del día del trabajo

porque todos son días en rojo

en su limpio almanaque.


Son los nuevos vampiros de barrio

que de día se camuflan en las gafas de sol,

te dan los buenos días

y fingen aprobar el inglés.

Ésa es su coartada,

la que les da patente de corso

para un viernes ocioso

que olvide los apuntes, la falda tableada,

el cáncer del abuelo y hasta el camino a casa

antes de que coloquen las calles.


Su raza es tan eterna como el mundo:

no aspiran a pagar las pensiones de los muertos en vida,

no quieren cotizar su fracaso en las listas del paro

porque van a asistir al entierro

del mundo que inventamos.


Tal vez lo más sangrante,

lo que no explicarán los pedabobos

es el extraño virus que inoculan,l

as marcas en el cuello

que un día nos descubrimos

creyéndonos inmunes;

cómo nos hacen suyos.

El rostro se nos vuelve macilento

de esperar su llegada sin mirar el reloj

y, cosa sorprendente,

ya no nos queda ajo que poner en la puerta

Foto de Patricia Verdeguer

1 comentario:

Anabel Caride dijo...

Ahora he abierto un blog en Blogger (Nanas para hombres grises). Siempre serás bienvenido si te pasas por allí