Doce de mayo
En mil novecientos ochenta
tenía dieciocho años,
hoy no es sombra
de lo que ayer fue.
En mil novecientos ochenta
placer y angustia el lugar
donde descubrió un cuerpo
bajo la luz de los dedos,
cuando ni siquiera pensaba
que podría escribir un poema.
Era mujer, niña, inexperta,
y en mil novecientos ochenta
tenía bajo la falda
la moneda del doble juego
y su cabeza empeñada
en perseguir sueños de princesa.
Pero él marchó para siempre,
salió corriendo sin dejar nada,
huyó tras el azul del papel,
tras el azul de las noches
que se escriben sin maletas.
Foto de salvadorperello
1 comentario:
Es un poema de una inmensa belleza.
Un abrazo Estel.
Publicar un comentario