11 septiembre 2009

Poema de ADRIANA SERLIK

Cuando el crepúsculo
se avecinaba a nuestros rostros
y una lágrima parecía interrumpir
nuestros sueños de lejanos viajes,
quise decirte
que la mujer escondida
me invadía
dejándome prisionera
de las infinitas debilidades.
Yo,
luchadora infatigable
de miles de caminos,
sucumbía
sin pensar a esto
que surgía
como un extravío
de una madurez inmadura
pero tuve miedo
de mostrarme desnuda
y callé.

Foto de Susana Cortés

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