14 septiembre 2009

Pablo Mora


CONSIDERANDO

En frío, imparcialmente, que el hombre es un animal lóbrego, mamífero, que suda, almuerza y se abotona.

Lo cercano de la belleza, hecha catarata en nuestras montañas.

El enorme embrutecimiento, somnolencia y parálisis en que discurre nuestro pueblo, enloquecido con tanta publicidad ajena y propia.

Que la alegría es el único bien que, repartiéndolo, aumenta siempre.

Que se precisa una gran dosis de insomnio para ocuparnos de las sombras de los sueños, esas tremendas largas sombras legañosas.

Que no ha habido obra maestra que no provenga del insomnio.

Que son las horas de vigilia las que deparan las mayores recompensas a las artes, al universo poético del hombre.

La necesidad del fusil allá en las tierras de Cantaura, Boca de Monte o Tancipay. Timotes, El Morro, Tabay, Chachopo o Las Piedras.

La necesidad imperiosa de desarrollar la parte femenina del hombre y la parte masculina de la mujer, pudiendo estos procesos ser irreversibles.

Que para descubrir, revelar o reinventar todos los palomares requeridos por la paz, el insomnio es totalmente indispensable, ineludible.

Que el día por desgracia es de los vivos; en tanto que la noche, pletórica, de sabios.




© Pablo Mora

Foto de Roberto Heredia

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