Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir
brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad. Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como
yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restriégame la estafa.
Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.
Rafael CadenasArs poética (De Intemperie - 1977)
Para mantener abierta la palabra
Para reinar sobre la muerte
Para revivir cada día
Para sentir junto con los otros
Para sacar la flor de las cenizas
Para vigilar mientras todos duermen
Para que le sirvan
Para apuntalar el sueño
Para servirse
Para alimento espiritual
Para unir lo posible con lo imposible
Para salvar del diario morir
Para hacer más vivo el vivir
Para la Poesía y la Verdad
Para la vida
Para transformar la vida
Para limpiar cuando el poder corrompe
Para cambiar la vida
Para alentar todas las otras formas
Para la fidelidad al relámpago
Para la memoria de los pueblos
Para la salvación del hombre
Para el asombro antiguo
Para un no sé qué
Para descubrir los secretos del mundo
Para llevar el infinito a cuestas
Para salir a la percepción de la mirada
Para alumbrar la maravilla
Para todos y por todos
Para despertar a latigazos el silencio
Para defender el milagro de la vida
Para amar a los otros
Para revivir cada día
Alegría, alborozo, en orden a la obra colectiva en cierne. Sociedad Poética que nos confirma que la existencia no es más que un plagio (Moravia) y que todos los poetas escriben las mismas cosas con uno que otro colorido. Poesía, Sociedad Anónima. Tal vez la única continuidad de la Poesía sea ese hormigón profundo que, de siglo en siglo, establece una solidaridad poética universal. Sólo existe un poema y un poeta y hasta una sola palabra para los hombres y los libros que existen, existieron o existirán. Un mismo hombre converge con el otro, océano de por medio, con la misma angustia, con el mismo dolor,

Un pedazo de pan para los pájaros. Un alarido entre la guerra. La imagen vegetal de la lechuga. Un alpargata recibiendo sol. La sílaba final del viento... Sed de viento, de maíz, de pan. Palabra, cosa, huella, sombra y pólvora. Risa loca, risa engatillada. Atropellada rabia... El paso de Mercurio adolescente. O Marte espantadísimo del hombre... Siempre sola, oculta, detrás del misterio mientras murmura alrededor la noche... Crezca en tus manos la raíz del hombre. La paz sea contigo hasta en la guerra.
"Comarca de utopía para morar". Errabundaje, trashumancia del hombre que mira hacia la estrella. Lucha al pie del hombre, diariamente, por saber para qué se hizo, para qué sirve la palabra; si sirve para algo la alegría, si creen las espigas en el hombre, si vale la palabra todavía... La palabra siempre. En la punta del tiempo navegando. Cabalga que cabalga en las tinieblas
La medida justa del misterio humano... arma cargada de futuro... Jaula de cristal, hembra jadeante... Espuma de la noche, temblor de espuma, pie de sol enfurecido. Piedra de los dioses, sueño de la piedra, piedra de los sueños... Fecunda entraña de la luz... Lo más alto del hombre, el asombro... ¡Antes del Alma fue la Poesía!
Por sinfronismo, por el deseo de que algún día, en alguna parte, alguien reviva nuestros sueños, alegrías, pesares, arrecheras, creencias y esperanzas. Por arte y juego, por jugar al adivino y proponerle adivinanzas o prepararle trampas al tiempo que se esconde en los pañuelos. Por evasión, a pesar de tanta horripilancia en la nariz o en la bragueta. Por ansia de inmortalidad, quedando bien sembrado aquí en la tierra como nuestro perro en el jardín, donde nos oye, desde que el día amanece. Por compromiso, porque quien escribe debería ser un soldado armado para protegerse de la muerte con pistolas cargadas, capaces de hacer que cada hombre tuviese que inventar cada día su propio día, como a Sartre gustaba. (Raúl H. Castagnino).
Imágen de Josus Perianes
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