
EL SUEÑO DE LA POESÍA:
Publicado en LA SOMBRA DEL MEMBRILLO
Que el papel esencial de la poesía sea reconocido en la escuela y en la vida es algo que a muchos parecerá sueño imposible. Personas como Luz Pichel mantienen en pie ese sueño por su inteligencia, sensibilidady trabajo incansable. En mayo de 2007 en el Centro de Apoyo al Profesorado de Getafe se celebraronlas V Jornadas de Animación a la Lectura con el título de “Poesía aquí y ahora”. La conferenciaque inauguró aquellas jornadas emocionó a muchos de los asistentes. Su autora, Luz Pichel, ha tenido lagenerosidad de rescatárnosla para su publicación.
Poesía en la escuela
Hablar de poesía, explicarla…
El lugar donde nace
No abramos el grifo del fregadero para explicarles
a los chicos dónde nacen los ríos. Hagamos
la excursión al lugar de la magia
Leer o escribir. Qué hacer primero
Interpretabilidad de la obra poética. El modo
de comunicar de la poesía
Poema y referente
La explicación técnica del poema
La escritura del poema. El trabajo del profesor
Transgresión y desautomatización. Poesía y libertad
Poesía y soledad
El espacio de la escritura
Literatura y dolor. Literatura y juego
Ser jóvenes
Poesía y libertad
Y otros tópicos. La dulce poesía
Contar el mundo
La manera de significar del poema
Para qué sirve la poesía
Hablar de poesía, explicarla…
El lugar donde nace
No abramos el grifo del fregadero para explicarles
a los chicos dónde nacen los ríos. Hagamos
la excursión al lugar de la magia
Leer o escribir. Qué hacer primero
Interpretabilidad de la obra poética. El modo
de comunicar de la poesía
Poema y referente
La explicación técnica del poema
La escritura del poema. El trabajo del profesor
Transgresión y desautomatización. Poesía y libertad
Poesía y soledad
El espacio de la escritura
Literatura y dolor. Literatura y juego
Ser jóvenes
Poesía y libertad
Y otros tópicos. La dulce poesía
Contar el mundo
La manera de significar del poema
Para qué sirve la poesía
El lugar donde nace
El lugar donde el poema nace es, en cierto modo,
una de las caras del poliedro, está en el poema y
es una de las cosas que más importa a la hora de
comprender (escribir o leer) la poesía: el lugar donde
sucede, la niebla de donde arranca, las zonas límite
donde se encuentra el ánimo cuando fluye
la poesía, esas zonas donde lo real se cruza con
lo mítico, o lo mágico, o lo ancestral, o subconsciente.
¿En qué lugar de la conciencia estábamos
los niños de la aldea cuando imaginábamos monstruos
de dos cabezas en la finca de López? ¿Qué
estados del ánimo nos empujaban a trepar la cerca
e intentar saltarla sobre los cristales incrustados
en la cima? La poesía se escribe (y se lee cuando
se lee de verdad; es decir, recreando, dejándose
acompañar por el poema) desde una exposición
al riesgo, a la desnudez, y a la traición de la propia
palabra, que se hace dueña del poeta y se le
impone y lo obliga a enfrentarse a demonios o le
descubre zonas luminosas que no esperaba encontrar.
Escribir es hablar con el cachorro abandonado, que
llevamos adoptado aquí dentro, cuando estamos
solos. Yo hablo a veces con ese cachorro y otras
con el gato negro que viene de fuera y domina a
los otros gatos de la aldea. Enfrentarse a los
monstruos. Cuando una escribe poesía tiene que
estar dispuesta a encontrarse de repente con el
precipicio y dejarse caer. Así son las cosas aquí.
Empieza una con cualquier excusa a tontear con
las palabras y de repente un acantilado se le pone
delante de los ojos y no debe dejar de mirarle el
fondo del ojo ni a riesgo de marearse. Se deja ir
y cuenta lo que ve. Vienen de allá las imágenes
más duras, o más transparentes, o más raras y más
desconocidas. A veces no se sabe muy bien quién
habla en una: ¿soy yo? ¿soy otra con la que me
hago compañía? ¿soy todas las que fueron antes
que yo? ¿soy mis herederas? Escribir es cruzar los
dedos y decir “no te voy a engañar, te prometo
que será cierto todo cuando diga”. Incluso escribir
ahora sobre la escritura ha de ser un acto de
sinceridad si se quiere hacer valer. Por eso no puedo
hacerlo si no es desde la propia experiencia.
Me gusta escribir por la mañana temprano, con el
canto de los primeros pájaros, o antes. Escribir con
la nube del sueño en los ojos y las plumas de la
gallina de la noche acogiéndome debajo de su
cuerpo, protegiéndome. Piar se llama entonces es-
cribir. Hablar bajito asomando apenas el pico color
naranja. Sacar del calor de las alas lo que no
tiene todavía un nombre claro y necesita ser llamado
de algún modo. Me gusta escribir escuchando
la lluvia o el granito o el silencio de la nieve en el
tejado y sabiéndome sola en la casa. Ponerse a
escribir poesía es intentar la calma, buscar la armonía
en la palabra y encontrarla aquí, en el espíritu
que adolece de exceso de café. Generar armonía
para encontrarla.
¿Luego la poesía es armónica, ha de serlo? Como
armónico es el número 3 o el número 7. No me
gustan los números pares, siempre lo digo. Me
gustan las irregularidades, las asimetrías. “Busco
a beleza na forma das patacas, irregulares” Así es.
Las caras posteriores del poliedro, las que mejor se
aprecian, me interesan menos: un endecasílabo
perfecto no basta para hacer poesía. La poesía es
código, es juego, es sonido. Pero el ritmo interior
es otra cosa. Cuando hablamos de esto tocamos otras
zonas, zonas de encuentro, ejes que van de la condición
del poeta hasta la retórica, hasta la técnica.
una de las caras del poliedro, está en el poema y
es una de las cosas que más importa a la hora de
comprender (escribir o leer) la poesía: el lugar donde
sucede, la niebla de donde arranca, las zonas límite
donde se encuentra el ánimo cuando fluye
la poesía, esas zonas donde lo real se cruza con
lo mítico, o lo mágico, o lo ancestral, o subconsciente.
¿En qué lugar de la conciencia estábamos
los niños de la aldea cuando imaginábamos monstruos
de dos cabezas en la finca de López? ¿Qué
estados del ánimo nos empujaban a trepar la cerca
e intentar saltarla sobre los cristales incrustados
en la cima? La poesía se escribe (y se lee cuando
se lee de verdad; es decir, recreando, dejándose
acompañar por el poema) desde una exposición
al riesgo, a la desnudez, y a la traición de la propia
palabra, que se hace dueña del poeta y se le
impone y lo obliga a enfrentarse a demonios o le
descubre zonas luminosas que no esperaba encontrar.
Escribir es hablar con el cachorro abandonado, que
llevamos adoptado aquí dentro, cuando estamos
solos. Yo hablo a veces con ese cachorro y otras
con el gato negro que viene de fuera y domina a
los otros gatos de la aldea. Enfrentarse a los
monstruos. Cuando una escribe poesía tiene que
estar dispuesta a encontrarse de repente con el
precipicio y dejarse caer. Así son las cosas aquí.
Empieza una con cualquier excusa a tontear con
las palabras y de repente un acantilado se le pone
delante de los ojos y no debe dejar de mirarle el
fondo del ojo ni a riesgo de marearse. Se deja ir
y cuenta lo que ve. Vienen de allá las imágenes
más duras, o más transparentes, o más raras y más
desconocidas. A veces no se sabe muy bien quién
habla en una: ¿soy yo? ¿soy otra con la que me
hago compañía? ¿soy todas las que fueron antes
que yo? ¿soy mis herederas? Escribir es cruzar los
dedos y decir “no te voy a engañar, te prometo
que será cierto todo cuando diga”. Incluso escribir
ahora sobre la escritura ha de ser un acto de
sinceridad si se quiere hacer valer. Por eso no puedo
hacerlo si no es desde la propia experiencia.
Me gusta escribir por la mañana temprano, con el
canto de los primeros pájaros, o antes. Escribir con
la nube del sueño en los ojos y las plumas de la
gallina de la noche acogiéndome debajo de su
cuerpo, protegiéndome. Piar se llama entonces es-
cribir. Hablar bajito asomando apenas el pico color
naranja. Sacar del calor de las alas lo que no
tiene todavía un nombre claro y necesita ser llamado
de algún modo. Me gusta escribir escuchando
la lluvia o el granito o el silencio de la nieve en el
tejado y sabiéndome sola en la casa. Ponerse a
escribir poesía es intentar la calma, buscar la armonía
en la palabra y encontrarla aquí, en el espíritu
que adolece de exceso de café. Generar armonía
para encontrarla.
¿Luego la poesía es armónica, ha de serlo? Como
armónico es el número 3 o el número 7. No me
gustan los números pares, siempre lo digo. Me
gustan las irregularidades, las asimetrías. “Busco
a beleza na forma das patacas, irregulares” Así es.
Las caras posteriores del poliedro, las que mejor se
aprecian, me interesan menos: un endecasílabo
perfecto no basta para hacer poesía. La poesía es
código, es juego, es sonido. Pero el ritmo interior
es otra cosa. Cuando hablamos de esto tocamos otras
zonas, zonas de encuentro, ejes que van de la condición
del poeta hasta la retórica, hasta la técnica.
1 comentario:
Después de leer tanta poesía, y tragar saliva, apenas soy capaz de articular mis dedos para decir que sí, lo has dicho, Luz, como tu nombre.
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