
Digitales
Llevamos nuestro nombre en la cédula de identidad y otros documentos, pero es bien sabido que todos pueden ser falsificados. La verdad es que el nombre verdadero, insustituible, único, lo llevamos en los dedos, en particular en los pulgares. Cuando cometemos un presunto delito o queremos huir del poder omnímodo o dictatorial, nuestras huellas digitales son las que nos traicionan, las que permiten que nos identifiquen, las que nos llevan al encierro y a veces a la tortura. ¡Cómo quisiéramos tomarles las huellas a los que manejan la picana o nos revientan los huevos! La toma de las huellas (las dactilares, no las de las pisadas) debería ser una clave de ida y vuelta, no sólo un intercambio para la injusticia sino también una fluctuación de la justicia. La historia misma se llenó de esas huellas reveladoras, pero sólo sirvieron hasta que los dedos se volvieron huesos. En las exequias y otros lutos, los muertos se mueren otra vez pero de risa, sólo porque comparan los huesos con los huesos, y con humor proclaman que son todos iguales. Es el socialismo de los esqueletos.
de
Vivir adrede
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