
Kathya M. Rodríguez.
Eureka
¡Eureka! ¡Eureka! ¡Lo he hallado! ¡Lo he hallado!
Arquímedes
Mira si he visto de cosas extrañas
zurcir con enredaderas
las nubes y esconder tras
un dedo las montañas.
Pero no son los pájaros heraldos
anunciando la quietud del equinoccio
ni los ángeles, ni los alejibres
ni las serpientes emplumadas
que se multiplican entre los cedros.
Tampoco es (pienso yo) el miedo
que trae arrastrando con su silencio
la noche.
¡Es otra cosa sí! bien extraña.
Cae como el firmamento, sin enojo
para estremecerse altiva en los versos
de caña que ha parido un poeta fértil.
No es la locura (te digo) no es ella
aunque yo sé que se esconde.
Se acerca suave y silenciosa
como el mar murcio de horas
que hipnotiza sin darse cuenta.
Es sigilosa y sarcástica
y otras veces figura mulsa.
He visto de cosas extrañas
lacerando mis pupilas en el espejo.
¡Eureka!
¡Es el alma mía!
Tan extraña.
zurcir con enredaderas
las nubes y esconder tras
un dedo las montañas.
Pero no son los pájaros heraldos
anunciando la quietud del equinoccio
ni los ángeles, ni los alejibres
ni las serpientes emplumadas
que se multiplican entre los cedros.
Tampoco es (pienso yo) el miedo

que trae arrastrando con su silencio
la noche.
¡Es otra cosa sí! bien extraña.
Cae como el firmamento, sin enojo
para estremecerse altiva en los versos
de caña que ha parido un poeta fértil.
No es la locura (te digo) no es ella
aunque yo sé que se esconde.
Se acerca suave y silenciosa
como el mar murcio de horas
que hipnotiza sin darse cuenta.
Es sigilosa y sarcástica
y otras veces figura mulsa.
He visto de cosas extrañas
lacerando mis pupilas en el espejo.
¡Eureka!
¡Es el alma mía!
Tan extraña.
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