COSAS QUE HUBIERE Y HAS
Cuán cosas habrías de decir
para que tener boquiabierto me hubieras,
Cuán cosas, de perversas bocas, tan locas y pocas
Y acostumbradamente agradecidas fueren
he de oír, Y al mismo unísono ignorar.
La prisa que encaminan mis pupilas
Por los senderos que de poca lumbre son
y destellos minúsculos,
Han de precipitarse sobre el mantel,
que más que cuerpo al cuerpo dé
También reposo de humilde colchón albergue.
y la luz, si tales cortinas
Cerradas fueron de la mano que,
verse y se vería,
ahora al destapar la luz del día
Moriría la sombra,
y ésta de tan poca honra luego resucitaría,
quiero decir,
Al acabar el día,
otra vez, vierase llegar el humo de las velas.
Escondido me tiene,
y no he de estar más que al primer ojo despierto,
Ebrio del peine de la madrugada,
que todo no dice
Pero tampoco nada.
Y soñar,
Y soñar otra vez
sería de excesiva envergadura,
Y no tengo por muerta más que por viva
mi armadura
Que de muralla y espina
a mis sentimientos se entrega,
Y a contarse en cuentos venga de uno en uno
Por la calle del que ayuna un desayuno,
Y fueren nombrados,
No por sus nombres
que en las bocas se ahogaran,
Sino por el ahogo que en sus bocas naciera,
Pues si se fuera
el que con buen venir llegó,
A lo mejor que por perdido
que no estuviera fuere encontrado,
Y con pergamino en mano
Indicándonosle el camino abriera el cerrojo,
Qué, ¿cerraste los ojos?
Y por donde anduve no fuiste testigo,
y ahora como te digo
Lo que digo,
si de la espiga al trigo te dormiste,
Mira como poco de hombre fuiste
Que te despertaron las horas de dormir,
Y eso que sin repetir sueño
tú te quedaras,
Anda y no duermas más
que el gallo pronto ara,
Y me acorrala, nos puede sus alas,
Quizá como huérfanas balas huyéramos
No tan pronto como tarde estuviéramos
En las mesas del día abierto.
para que tener boquiabierto me hubieras,
Cuán cosas, de perversas bocas, tan locas y pocas
Y acostumbradamente agradecidas fueren
he de oír, Y al mismo unísono ignorar.
La prisa que encaminan mis pupilas
Por los senderos que de poca lumbre son
y destellos minúsculos,
Han de precipitarse sobre el mantel,

que más que cuerpo al cuerpo dé
También reposo de humilde colchón albergue.
y la luz, si tales cortinas
Cerradas fueron de la mano que,
verse y se vería,
ahora al destapar la luz del día
Moriría la sombra,
y ésta de tan poca honra luego resucitaría,
quiero decir,
Al acabar el día,
otra vez, vierase llegar el humo de las velas.
Escondido me tiene,
y no he de estar más que al primer ojo despierto,
Ebrio del peine de la madrugada,
que todo no dice
Pero tampoco nada.
Y soñar,
Y soñar otra vez
sería de excesiva envergadura,
Y no tengo por muerta más que por viva
mi armadura
Que de muralla y espina
a mis sentimientos se entrega,
Y a contarse en cuentos venga de uno en uno
Por la calle del que ayuna un desayuno,
Y fueren nombrados,
No por sus nombres
que en las bocas se ahogaran,
Sino por el ahogo que en sus bocas naciera,
Pues si se fuera
el que con buen venir llegó,
A lo mejor que por perdido
que no estuviera fuere encontrado,
Y con pergamino en mano
Indicándonosle el camino abriera el cerrojo,
Qué, ¿cerraste los ojos?
Y por donde anduve no fuiste testigo,
y ahora como te digo
Lo que digo,
si de la espiga al trigo te dormiste,
Mira como poco de hombre fuiste
Que te despertaron las horas de dormir,
Y eso que sin repetir sueño
tú te quedaras,
Anda y no duermas más
que el gallo pronto ara,
Y me acorrala, nos puede sus alas,
Quizá como huérfanas balas huyéramos
No tan pronto como tarde estuviéramos
En las mesas del día abierto.
Imagen de Manuel Mascaros.

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