13 julio 2010

Luz Pichel,




QUE EL TIEMPO PASE



I

Ni una gota más de Betadine,

ni una gasa más,

no se chupa la sangre de la herida,

la costra no se arranca,

se cae sola, cae

sola.



II

Pordiós que el tiempo pase,

desgájese la rueda de su eje, de la otra rueda,

ruede por el camino recto, recta, ruede,

avance la memoria y llegue al arenal

pósese allí la rueda, el tiempo

déjese allí caer, caer, quedarse,

olvide el griterío de los carros,

duerma una larga noche larga, larga.



III

La herida será entonces una rama seca en la llanura,

un pedazo de alambre.

En la rama me siento y contemplo la puesta del sol,

el alambre separa mi tierra de la tuya,

pero la niña se baja la braguita y muestra

la flor que ya no duele,

su dibujo infantil,

la hermosa cicatriz que el rey besó

antes de abandonarla en el barullo de una feria.

¡Dios mío, cuánto frío, cuánto frío!

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