23 agosto 2010

Francisco Álvarez Velasco

La arena es luz humilde,

ofrenda de la piedra, venida de los mares,

de los altos arroyos.

Es primavera y fluye

si tus pies la caminan,

si la acogen tus manos.

O acaso sea tiempo desgranado en instantes

por el interminable reloj del universo.

¿Es piedra que se pudre una vez fenecida

y en polvo se transforma?

Dura matriz sombría de la nada

tal vez sea la piedra,

y desde ella se alumbren

parsimoniosamente arenas que no cesan.

Qué importa la respuesta.

Dame, dame tu mano, mujer, y caminemos.

Descalzos caminemos por las playas del mundo.

(C) Francisco Álvarez Velasco

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