La arena es luz humilde,
ofrenda de la piedra, venida de los mares,
de los altos arroyos.
Es primavera y fluye
si tus pies la caminan,
si la acogen tus manos.
O acaso sea tiempo desgranado en instantes
por el interminable reloj del universo.
¿Es piedra que se pudre una vez fenecida
y en polvo se transforma?
Dura matriz sombría de la nada
tal vez sea la piedra,
y desde ella se alumbren
parsimoniosamente arenas que no cesan.
Qué importa la respuesta.
Dame, dame tu mano, mujer, y caminemos.
Descalzos caminemos por las playas del mundo.
(C) Francisco Álvarez Velasco
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