30 septiembre 2010

CHEMA RUBIO


CUANDO DIGO HUMO
Se me caen las sílabas de la boca de fuego en-niebladas, y se van borrando en el descenso como nieve derretida en el aire hasta convertirse en agua blanda; en agua nada más y luego en una humedad que se diluye sobre las aceras para después no quedar ni rastro, nada, nada . Se me olvida el resto, sobra la palabra edén, paraíso o maná. Pero falta el aire incorrupto y se hecha de menos la mano sobre la mano, sin mirar el ojo ninguna de las diferencias o colores, sin pensar ni tan siquiera con la fugacidad del relámpago; en las distinciones, honores y demás condecoraciones que la otra mano retuvo, quizás, en el desorden contradictorio del cuerpo. Sólo se espera que todo vuelva a su lugar, a su origen, al vértice triangular donde fueron engendrados los primeros principios. Evolución sí, pero sin los arrebatos necesarios de la rabia, sin la lucha del carácter y la voluntad de poder del genio, sin la pequeña revolución de las horas entregadas al día, nada significará más que erosión y desierto de las ideas, de los sentires: la muerte perra en vida del hombre enfermo.
El autómata del sistema, premiado con la reclusión y el desconocimiento de las nuevas vicisitudes del ser y sus investigaciones más perentorias: no tendrá cabida en EL ÚLTIMO REINO. Hablo del sentido de la poesía auténtica, primigenia del hombre, escrita o no, y la acción humanista, compartida, a ese todo que dirige lo mejor de la vida, a eso me refiero

GUATEMALA 2004 :

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