23 septiembre 2010

José Saramago,


En la isla a veces habitada de lo que somos, hay noches, mañanas y madrugadas en que no necesitamos morir.

En ese momento sabemos todo lo que fue y será.

El mundo se nos aparece explicado definitivamente y entra en nosotros una gran serenidad, y se dicen las palabras que la significan.

Levantamos un puñado de tierra y la apretamos en las manos. Con dulzura.

Allí está toda la verdad soportable: el contorno, la voluntad y los límites.

Podemos en ese momento decir que somos libres, con la paz y con la sonrisa de quien se reconoce y viajó alrededor del mundo infatigable, porque mordió el alma hasta sus huesos.

Liberemos sin apuro la tierra donde ocurren milagros como el agua, la piedra y la raíz.

Cada uno de nosotros es en este momento la vida.

Que eso nos baste.

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