02 octubre 2010

Manuel Moya,


SALARIO


A cada hombre su luna y su salario,

su tanto de sal, su pobre mano

abrasada y hueca. Yo fui

con esos hombres y como uno de ellos

he vuelto a casa con la luna en los ojos.

Como cualquiera de ellos

he visto sucederse la lluvia en los plantíos

y el sol en los últimos jaguarzos de la tarde,

cuando es la luna todavía un ojo helado.

Cada hombre tiene su luna y su prodigio,

su tormenta y su hora de estar viendo llover

impasible a la lluvia. Yo vi a los hombres,

a muchos de esos hombres llegar ante mi puerta,

llamarme por mi nombre y pues he sido

uno de esos hombres, y con ellos

dormido en el barbecho

y grabado en este tronco mi memoria

y su sazón, me vuelvo ahora,

aterido y débil en pos de mi salario.

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