
Te sentaste
en el incendio
de mi piel.
Sereno,
omitiendo el dulce
dolor
que tu voz
en el incendio
de mi piel.
Sereno,
omitiendo el dulce
dolor
que tu voz
inyectaba en mi
lengua,
en mi pelo,
lengua,
en mi pelo,

en mi cerebro…
Me levanté
agitada,
acercándome
—como una serpiente—
a tu olor;
codiciando la dulce
saliva de
tus venas;
deseando
(con mi veneno)
morder tu cuello
sin
com-pasión
Y quise besarte.
En las manos,
en el pecho,
en la boca…
Pero no lo hice.
Me senté de
nuevo en
mi silla y
puse
mi móvil sobre
el tuyo
para verlos
—desde la
derrota de mi ardor—
hacer,
encima de la mesa,
el amor.
se muestra la imagen tal como aparece en: lostanddelirious-jan.blogspot.com/2009/05/los...
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