Desde la ventana de nuestro blog, queremos compartir con todos nuestros amigos este cuarto libro Sin dejar señales de la colección “Poesía en la distancia “, así iremos abriendo, poco a poco, las páginas del mismo.


Silvia M.ª Álvarez es psicóloga de profesión y escritora de afición.
Nació en Madrid y ha vivido por toda España, por lo que no ha
dejado de sentirse una extranjera en todos lados. Nunca pensó
en hacer algo con lo que escribía, así que tiene la habitación
repleta de papeles viejos y recuerdos llenos de palabras. Un día,
por probar algo nuevo, decidió mover esas letras y colaboró en
revistas y proyectos literarios, como «Algarabía», «Escritores en
red», «Proyecto Sherezade». Autopublicó un libro de relatos
«Relatos para varias cosas» e incluyeron uno en «Atmósferas», una
antología de cuentos para la Asociación Vicente Ferrer. Escribe
y muestra sus fotografías en su blog «Una vida ajena»,
http://www.simalme.blogspot.com, Mientras tanto, le está
costando una fatiga enorme preparar su próximo error.
Correo electrónico: silviabook@hotmail.com
Nació en Madrid y ha vivido por toda España, por lo que no ha
dejado de sentirse una extranjera en todos lados. Nunca pensó
en hacer algo con lo que escribía, así que tiene la habitación
repleta de papeles viejos y recuerdos llenos de palabras. Un día,
por probar algo nuevo, decidió mover esas letras y colaboró en
revistas y proyectos literarios, como «Algarabía», «Escritores en
red», «Proyecto Sherezade». Autopublicó un libro de relatos
«Relatos para varias cosas» e incluyeron uno en «Atmósferas», una
antología de cuentos para la Asociación Vicente Ferrer. Escribe
y muestra sus fotografías en su blog «Una vida ajena»,
http://www.simalme.blogspot.com, Mientras tanto, le está
costando una fatiga enorme preparar su próximo error.
Correo electrónico: silviabook@hotmail.com
Man in green
Es un clavo en mi cerebro.
Aquel rostro, ese brillo divino, cegador.
Recién duchado, el pelo reposando en la frente,
las mejillas sonrosadas y los ojos tan verdes,
relucientes.
Se ataba un zapato y tenía sueño,
pero era feliz.
Yo observaba la serenidad de movimientos,
los colores de su cara
y esa media sonrisa insultantemente superior.
Y me daba miedo, me atenazaba tanta belleza.
No me atrevía a acercarme, no fuera a acabarse algo.
No podía creer que un milagro estuviese delante mío,
que, por fin, algo diese sentido a todo lo vivido.
Y ahí, mientras, estaba él:
La imagen sencilla de un hombre con sueño,
que ríe sereno, en paz y hermoso
como el último rayo verde del atardecer
Es un clavo en mi cerebro.
Aquel rostro, ese brillo divino, cegador.

Recién duchado, el pelo reposando en la frente,
las mejillas sonrosadas y los ojos tan verdes,
relucientes.
Se ataba un zapato y tenía sueño,
pero era feliz.
Yo observaba la serenidad de movimientos,
los colores de su cara
y esa media sonrisa insultantemente superior.
Y me daba miedo, me atenazaba tanta belleza.
No me atrevía a acercarme, no fuera a acabarse algo.
No podía creer que un milagro estuviese delante mío,
que, por fin, algo diese sentido a todo lo vivido.
Y ahí, mientras, estaba él:
La imagen sencilla de un hombre con sueño,
que ríe sereno, en paz y hermoso
como el último rayo verde del atardecer
No hay comentarios:
Publicar un comentario