26 enero 2011

Toño Morala,




Al abuelo le gustaba levantarse por la mañana y sacar del horno las zapatillas calientes. La noche, siempre fría en invierno, no dejaba nada al azar; al revés...siempre había que pensar como engañarla en todos los sentidos.
Los rituales nunca se cambian. La madre encendía la cocina después de limpiarla. El hervidor con la leche estaba al lado del tanque de agua caliente...la ventana de la cocina se cerraba después de que empezaba a rugir el papel y la madera; al echarle carbón, la cosa se serenaba y pequeñas explosiones acompañaban al desayuno.
A la escuela abrigados de miradas lacias...a que nos enseñaran la piel de toro, a escribir poco, y a leer menos...miedo les daba que fuéramos listos; eso sí...el cara al sol y a formar que no faltase.
Ya de vuelta,cuando entrábamos en la casa, el olor era vida entre tanta miseria. La madre era capaz de hacer un guisote con cuatro cosas y una espléndida sonrisa.-¡Guapa...más que guapa!!!, le resoplaba el padre casi al oído...-¡Quita.. que están los niños...! y a comer. Manjar de dioses si es que existen. La olla roja de San Ignacio llena de patatas con laurel y algo de costilla, había estado al costado de la número siete durante toda la mañana...según la necesidad del guisote...la madre la acercaba o la alejaba del calor. El abuelo siempre comía en silencio...y nosotros , los niños, no hablábamos en la mesa. La tarde moría con la sintonía de Elena Francis en la radio.
Es sábado y toca baño...el balde de Zinc grande...éramos tan delgados que casi cabíamos los tres a la vez. Otro ritual que duraba minutos...que habilidad la de la madre para bañarnos, ponernos encima de la trébede...secarnos...vestirnos , darnos la cena...y a dormir entre sueños de galletas .
El badil de hierro tenía brillo de tanto usarlo. La tapa del tanque de agua era de bronce y la barra y el pomo del horno brillaban como espejos...la chapa de la número siete se llevaba unos refregones de arena blanca y estropajo...que ya quisieran los hierros pudientes.
Morían los días y las noches entre sonrisas y lágrimas de silencio.
-¡Padre...no trabaje tanto, que la luna se cela de sus nobles brazos...y la dulce niebla le quiere perder!
¡Madre...no llore...que la número siete se apaga sin su respirar, y nos morimos sin cielo...!
-¡No lloro hijos..solo que la tristeza inunda las casas buenas...las nuestras...las que nada debemos a la vida...y somos sus esclavos!



Finales de año de 2010-toño morala.






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