21 febrero 2011

Aurelio González Ovies,



USTED seguro que ha sentido vergüenza alguna vez



al decir que en su cuarto caía una gotera


o que su pobre madre le hacía el bocadillo


siempre de natas con azúcar


-son cosas de la vida-.

Confieso que en mi casa el olor a humedad


era casi entrañable


y todos los domingos se comían garbanzos,


salvo en alguna fecha señalada.


Que lloré muchas veces por no querer llevar


los jerseys con coderas


o no tener un lápiz con enanito arriba.


Confieso que la ropa nos la daban los primos


que ahora son albañiles


y que nuestra familia se rompió por la herencia


de unos metros cuadrados de baldosas con taras


-son cosas de la vida-.


Que, a escondidas de todos y hasta los siete años,


tuve el chupete debajo de la almohada.


Confieso que los míos son personas sencillas:


usted sospecha que hablo de un padre que no sabe


lavarse bien los dientes,


de una mujer que escribe con mala ortografía,


de unos hermanos fieles como la misma sangre


y una casa que huele, cada vez que entro en ella,


a las húmedas manos de la melancolía.


Confieso que he nacido donde hubiera elegido


por encima de todo


cada vez que naciera.






Del libro


"La hora de las gaviotas"


Premio Internacional de Poesía Juan Ramón Jiménez Huelva 1.992



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