IMAGEN PRIMERA
La mesa en donde – dices –
iba yo desplegando lo que eran
mis juguetes.
Palabras en voz baja. La luz tenue.
Las tardes eran largas.
No había Dios ni Moral. Ni Caudillo.
Ni Patria.Ningún modo de ser o de mirar
de tan distinta forma el mundo.
Ningún prejuicio todavía.
No había la distancia de las vidas
vividas, ni esta impresión de andar
por donde tú no has ido.
Ellas tampoco estaban:
sus voces no alcanzaban aquella luz
de nieve, ni la quietud aquella,
paredes sin aristas.
Allí existían el frío, el hornillo de gas,
tus manos encendiéndolo,
tu cabello admirable.
Y el silencio del mundo
que mis manos tapaban dispersando
botones – oh, mínimos juguetes –
que después, por la noche,
tú sola guardarías.
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