COBIJO CONTRA LA TORMENTA
Y a la intemperie,
lejos de cualquier cosa parecida a un refugio.
Javier Cánaves
Un paisaje que asiente lo que dices
con la ebriedad del viento
con lágrimas y sauces algo antiguos
después de las palabras,
de ese temblor de mano melancólica
al agarrar mi mano,
contagiándome el frío de ese último beso
de amistad que es amor, pero sin alas.
Hoy no quiero pensar si la esperanza
prolonga el sufrimiento
del que ama de frente y da la espalda
al imposible amor,
como una puerta que no cierra bien
por la que pasa el alfiler del frío
a los ojos enfermos de belleza
de quien no toma nota de su miedo
y se mira al espejo –nada más levantarse–
que el amor hiere a veces y la esperanza.
Necesito decirte seriamente,
pero en el mismo banco
del parque donde ahora se abraza una pareja
mientras él se decide a besarla despacio,
con las pocas palabras que no te dije entonces,
sin la lluvia astillada de aquel día,
cuando nos conocimos,
decirte por primera vez
bajo este cielo abierto y sin cicatrizar,
que me abraces más fuerte antes de irte,
que aún pueda recordarte al olvidar quién eres.
Y es el atardecer igual que un puñetazo
que rompe la mandíbula del cielo.
Y a la intemperie dices,
lejos de cualquier cosa parecida a un refugio:
"Que el verano no acabe con nosotros".
Y sé que es el momento
de acercarme a esos labios,
donde nada es mentira
y sin embargo todo parece un largo sueño,
que nuestro beso llegue a madurar despacio,
pensando en otra vida
que podemos llamar adversidad.

No hay comentarios:
Publicar un comentario