LOS NIÑOS DE LAS FRESAS
Son niños, pero no saben del color que tienen los días de los niños.
Son niños, pero no tienen esa luz que hay en la mirada de los niños.
Son niños, pero no cantan la canción de inocencia de los niños.
Llevan luto en la flor del pensamiento, tienen
las manos repletas de vacío los niños de las fresas,
la sangre, adulta de chabolas y de ratas, enarbola silencios,
el corazón, dolido de miedos y de ofensas,
sofoca incendios por las noches tristes
donde no existe el dios de un futuro sin hambres y sin penas.
Ven y escuchan el rezo del trabajo
de sus padres, los niños de las fresas,
y saben, sin saber, que son extraños
en la verdad mentida de una tierra
de soles y de bienes que ellos quisieran suya,
por que tiene “...y ganarás el pan...”, el trigo de la bíblica sentencia,
y “...el sudor de tu frente” que tiranos gobiernos, sucios tejemanejes,
imperiales arreglos, políticas injurias, les quitó de la tierra de su herencia;
y saben, sin saber, que para ellos
estos soles alumbran soledades y llantos y miserias.
A veces, sólo a veces, ven como pasa el carro de la vida
donde no tienen sitio para amparar su aliento los niños de las fresas;
o ven pasar la risa caliente de otros niños,
que ajenos a su erial de negaciones,
retozan el pensil de la riqueza
con el fantasma orondo de los colesteroles
minándoles la sangre placentera.
Recuerdan los senderos de moscas y de mocos,
de hambrunas dislocadas, de esclavitud, de guerras
que dejaron atrás; de muerte que les sigue mordiendo los talones
y que amortaja sueños...
Los niños de las fresas
están ahí, otra vez, al borde del camino, escondidos, huidizos,
con sus miradas triste, con ayunos a cuestas,
con su dolor de siglos, con sus manos vacías,
con silencio y asombro, con enferma paciencia;
cargados de injusticias, y de marginación, y sin papeles,
con la muerte acechando. En la desolación de sus miserias.
Ahí están, y todavía sonríen los niños de las fresas
a este sol que alimenta su ansiosa calentura,
para que sea su sol, su esperanza, su escuela...
Pero no les dejamos. Y se mueren
de frío y desamor los niños de las fresas.


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