AZINHAGA
Pequeña, discreta y entre bosques acunada,
aldea de fado, aldea Lusitana, aldea de hombres
que antes de morir abrazan los árboles del huerto,
de pura pena que les da marchar y no volverlos
nunca más acariciar.
Un abrazo etéreo con aquella Lisboa señorial,
brazos de Tajo te aprietan las carnes
como en vuestra cama aquellos porcos
que para que no murieran de frío
entre mantas cobijabais.
Largas noches de invierno donde el mar era lejano
y los arenales Atlánticos remotos horizontes
a los cuales Azinhaga no asomaba.
Hundida entre chopos, fresnos y sauces,
entre olivos abrasada,
entre ríos helada.
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