
cuando gota a gota traspasaba los límites de las ramas
abreviando la sed que se injertaba en mi pecho
masticaba lumbre, con el sabor del filamento aldeano
con la vibración silente de tu hierro.
Un yaraví salía de tus ojos
con la fruta cayendo en los ponientes
para ser devorada con el soplo de las espadas
que siempre bordeaba tus huesos.
Y yo, cretinamente, siempre trepando el árbol
como niño hambriento,
con el estambre de la piel
que rasgaba el amor
con que nos tonsurábamos el cuerpo.
(de un nuevo poemario aun en construcción)
ebuchet MS", sans-serif;">Las lúcumas siempre brotaban de tus costillas
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