30 agosto 2011



Zumbido

Nadie.
Ni siquiera una sombra. Nada.


Y el ruido continúa
con la insistencia inútil
del que está detenido y permanece,
como en un déjà vu, frente a los residuos
de su última mudanza.


¿Cómo hablar con nadie
y confesar la densa niebla y su caída?


Nadie puede curarme la tristeza
porque ya regresé al mismo punto
de sábanas sin tacto,
ésas que nos envuelven como un blanco sudario
y conspiran en círculos viciosos,


y el ruido continúa,
descarado, imperfecto, visceral,
como la luz primera del poema
y el temor a no ser ni el verso que justifica
destino y existencia.


¿Cómo decir, amor, que me he rendido?






[foto: beatriz morán

1 comentario:

Angie Solarte Muñoz dijo...

Cómo aceptar la rendición de nuestra alma?