Menéndez Rodríguez, Natalia
Él nunca conoció mi casa.
Llena de recovecos donde esconder mis versos,
en oscuros cajones,
en hojas arrancadas entre los libros.
Sólo saben los relojes que el tiempo no se apiada
ni la marea cambia el rumbo establecido.
Sólo en sueños vuelven las aves a mi alero,
y me custodian,
como un planeta que nunca duerme.
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