04 noviembre 2011

Esperanza Medina,


CRIMEN INCRUENTO


Eran tijeras.
Rojo.
Y rasgaban el tiempo
igual que aquella piel que no decía nada,
ni sangraba,
ni escondía debajo del tormento un gemido.
Eran tijeras,
o quizás un puñal,
o es posible que fueran unas palabras frías
-de amor, dicen algunos-.
Era rojo el dolor, y hielo, y lento,
lo mismo que una muerte que no llegaba nunca
regalando mentiras con el descanso eterno.


Nada hay más brutal
que un crimen de palabras incruento.

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