29 noviembre 2011

Ricardo Labra

LOS OJOS ILUMINADOS


Cuando miro hacia atrás me doy cuenta
de que el pasado tiene la velocidad de la luz.

En este momento el paisaje se ilumina
y desaparece calcinado:
—una tarde, cuatro
lunas, cinco primaveras,
aquella voz
que me llama
apagándose por el lejano horizonte.

Cuando miro hacia atrás vuelvo a encontrarme
—casi siempre sucede— con el mismo
rastro y los mismos restos y ásperos
vestigios entre los dedos de las manos.

Sal y ceniza, sombras desoladas
que el rayo fulminante deja a su paso.

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