Los ojos de la noche
Terminando el rosario a nuestros dormitorios
que quiere atormentarnos, nos espera.
La espalda en la pared, cuidando que las ropas
no escondan nuestros ojos mucho tiempo,
del tibio cubrecama, quién se oculta.
Al mínimo ruido en el contiguo cuarto
irrumpiremos, entre las tenues sábanas
de cruda muselina, anhelantes,
buscándonos.
Y nos sorprenderán
e irremisiblemente seremos castigados,
devueltos al horror de las alcobas.
Pero, abrázame ahora. Febriles confortémonos
que el miedo vendrá, en breve, dispuesto a aniquilarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario