01 enero 2012
Pedro Javier Martín Pedrós Copyright ©,
Pedro Javier Martín Pedrós
En aquella ocasión, me encontraba a pie de playa,
con un calor insoportable, del que me refugiaba
en mi vieja sombrilla, cómplice de tantas historias…
Tenía entre mis manos el libro «Fe de erratas «
De José María Parreño, perteneciente a la colección
Puerta del Mar, abierto en la página 75
de esta edición donde leía un poema que empieza…:
«De entre todas las cosas
amo las desgastadas,
las que el tiempo decora con cambios y con
pérdidas.»
A lo lejos empiezo a recibir un sonido
como una voz, cascada en soporte de
megáfono de mano, que se acerca lentamente,
me voy esforzando en descifrar su mensaje, que dice:
¡Oiga, llevo la patata, la botella de agua, el
acuárium, la coca-cola, la cerveza fresquita!
Insiste una y otra vez, casi seguido. Ya frente a mí:
¡Oiga, llevo la patata, la botella de agua!…
una y otra vez.
Recibo la imagen de un joven de raza gitana,
descamisado, con sombrero de paja y
carrillo de obra viejo.
Su mercancía situada ordenadamente para dejar espacio
a un altavoz de mano a pilas,
cuya grabación repetitiva solo desconecta
cuando se le acerca un cliente.
Entretenido con esta imagen continúo
leyendo el poema de Parreño:
«El tiempo las corrige,
las dispone para su verdadero cometido,
las detiene invisibles de
tanto ser miradas…»
Doy un salto en mi mente y sin
darme cuenta,
me pregono en mi interior
con infinita timidez:
¡Oiga, llevo el mar, la sonrisa!
el azul, el abrazo, la poesía, la patata!
¡Oiga, llevo el mar, la sonrisa,
el azul, el abrazo, la poesía, la patata!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)


No hay comentarios:
Publicar un comentario