29 enero 2012
Razul,
"Y ESTO"
Son las cuatro,
la madrugada me despierta
para que no deje de oír
un “y esto” que golpea.
Se cuelan, como agujas,
hiriendo a su paso
hasta que se clavan
en el esternón;
noto la falta de aire,
me cuesta respirar.
Siguen llegando,
esta vez en láminas
de papel blanco y fino,
caen en capas
y se acoplan en el cerebro
hasta llenarlo.
El desfile de “y esto”
se convierte en pegatinas,
son arrastradas
por la corriente de sangre
hasta llegar al corazón,
allí hacen uso de su propiedad
y quedan adheridas
hasta dejarlo inmóvil.
Ahora parece que hay calma
quizás estén afectados los oídos.
No, no es eso
porque no puedo moverme.
Comprendo y comienza
el llanto por mi ausencia
como cada vez que muero.
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