25 febrero 2012
Francesca Gargallo
CUATRO MESES UNA SEMANA
29 de febrero de 2008
Todavía no tengo palabras para decir
el miedo la felicidad el ansia
Estoy en otro terreno
la misma tierra
ajena de mí.
Y no estoy
aunque todo parezca fértil de agua
Me pesa la casa
la vida
los sueños
Hay mucho trabajo que hacer
cargar la muerte de la infancia de mi hija
paliar las mañanas.
Bajo la línea del sol
me siento densa como una noche sin estrellas.
Decir te amo resultó más amenazador
que recordar mi nombre
mi vocación de muerte.
La luna roja me lanzó al abismo:
el inconsciente individual se hizo trizas
el colectivo no me sostiene.
El nacimiento y la muerte han de ser gemelos
paridos por una madre alcohólica
En medio, un deseo de fuga
4 de marzo de 2008
Es la noche algo más que un acceso de locura
un zapato verde que dobla la esquina
la moto que zumba muy lejos de aquí.
Espero la luz como quien pide absolución
a sabiendas y no
que vendrá
Como otra noche.
Ojalá entonces duerma.
8 de marzo de 2008
Pensé regalarte ese aliento
que se respira cuando calla el teléfono
y la oscuridad le inventa piel a los objetos.
Un aliento de reyes que han dado fin al día
el suspiro que bebo.
Una vela apacigua en el sofá las aventuras
puedo dormirme o imaginar la historia
mujeres de pies sangrados sobre la arena del desierto
resistencias aterradoras
tozudas como la pasión del niño.
Tu mano descansa sobre mi pecho.
Una palabra
de vez en cuando
suspendida donde pronto se desplazará tu pincel sobre la tela.
Mérida, 24 de marzo de 2008
De repente una emoción
el camino aguarda sorpresas para mis pasos
y un deseo por tu boca
que sabe a saliva sobre labios desgastados.
Lléname del fuego pequeño de las cosas que valen la pena
esa pasión tuya por la madera
el barómetro en la pared que escrutas con pericia de amante.
Tengo nostalgias de estudios encendidos
la perseverancia en las noches de libros.
No puedo echarme atrás
acepté la apuesta.
Bipolar me llama la hija que parí bajo la lluvia
la que he amado con exclusión hasta
verla partir del brazo de un novio cualquiera.
Bipolar. Y mi madre metereopática,
la enferma de estaciones.
Enferma de sol más bien
cuando añoro las noches entre las paredes abiertas de una casa grande
Enferma de estrellas mirando al mar volverse blanco en la luz.
Sólo tu cama me da sosiego.
México 14 de abril de 2008
Nuestro tiempo es una piscina oval
Soy diurna como las aves y los caballos
hay páginas al galope en mis horas de luz
tú vives detenidas pinceladas bajo la luna
Nos queda al medio día un hambre de pan
de cuerpo
de palabra
ahí donde mi sueño se despereza
y tu ansiedad se aquieta.
Para D.
Jugué tan limpio contigo
que el amor se hizo tierra pegada al fondo de mis pantalones.
Te otorgué la pasión eterna
rescoldo que se enciende por la paja del viento o la mañana
no permití que vivieras los celos incomprensibles de quien desconoce
la duda que se despeja feliz en el beso
Me fui
suelto el caballo palpitante enredado en mi tobillo
le ofrendé mi sumisión al camino
Me fui
dejándote un te amo
vestigio de un culto al todo sin remedio
Ningún hijo plan matrimonio
sólo un mundo que nos traicionaría cien veces
porque lo construimos a la medida de sueños
capaces de sobreponerse al temblor de la
entrepierna
Te dejé
la casa las calles la imagen de mi cuerpo a los 20 años
Luego
muchas veces
te olvidaste de mí para vivir
y yo de ti
para no pensar que el asesinato de la gallina de huevos de oro perdió sentido
Ahora nos reencontramos como niños
huérfanos al fin.
Ciudad de México, 27 de abril de 2008
La bicicleta, las calles, la lluvia detenida
y yo vestida de blanco en el fácil pedaleo de la ciudad plana.
Tus manos no recorren mi piel esta noche
no hay pezón erguido al tacto de tus yemas
ni un estómago hinchado que se estremece
ni defectos ni perfecciones
sólo el aire entra y sale
ni siquiera un pensamiento
Un taxi rojo frena
cruzo la avenida
las llantas ruedan levantando apenas el agua del asfalto
la imagen es ésta. No hay más
En las aceras tres muchachos tan jóvenes
dos hombres una mujer
a sus espaldas la luz de un cafecito abierto
una música incierta
muy lejos otro auto que corre
la ciudad más grande del mundo
Salí de tu casa ofendiéndote porque así terminan las cosas
una palabra demás y por demás estúpida.
Si la pronuncié ahí estaba
nada se crea de la nada
y nada perturba el pedaleo suave de la noche mojada que atenúa
los chirridos de la cadena
el latido de mis sienes
la culpable gana de sentir algo
La pierna derecha gira en redondo
luego la izquierda
no iría tan lejos de no estar dando vueltas.
La puerta, las duelas de madera, la cama.
La verdad es que esta noche huyo de ellas
Siento
Lo siento todo
la densidad del aire
el ahogo húmedo.
Sube por la carne la alegría
la rabia
la noche
la triste pérdida de una amiga al partir.
Todo.
Tus ojos ansiosos sobre mi respiración agitada
el rechazo que nos hiere
la terquedad de un hacer que renace.
Porque estás
cubriré con mis hojas el sueño del gusano.
Será que las ciudades son siempre lluvia sobre adoquines
la sombrilla en fuga
una mujer flaca y otra gorda igual de empapadas?
La policía no complace:
el hombre que limpia las calles en su buzo de plástico amarillo
se retrae frente a tres uniformados.
Más allá una joven cambia de zapatos
los adoquines resbalan
Bolívar desnudo cabalga su llama de libertad.
Salgo a la calle.
Tú nunca sabrás qué es una ciudad
porque duermes sus lluvias mañaneras.
Hoy funcionas amor.
Mientras el sueño devora mis horas
y yo me agazapo entre el cojín y el alma
tú andas perfecto como una vieja ama de llaves
cargas con la ropa y la hora de la cena.
Hoy funcionas cual programa doméstico
te eclipsas silencioso por el pasillo
llenas la lavadora planchas.
Ni entre los dos jamás hacemos tanto.
Será que el cansancio me ha caído encima
como un oyamel herido en el humus
y siento que podrirme es mi destino.
Ni siquiera ese miedo de raíz
-el pánico infantil frente a mi madre deprimida
el terror a la nada que devora la gente-
nada puede levantarme y tú funcionas.
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