AQUELLOS COLCHONES DE LANA…LOS COLCHONEROS.
Sin más…un amanecer allá por principios o mediados de verano, llegaba la madre a la habitación, abría la ventana de par en par y te levantaba en volandas; los hermanos más pequeños se hacían los remolones, pero todos arriba y a pujar por los colchones de lana para llevarlos al patio; allí ya había dispuesto todo la madre para comenzar el rito de varear la lana de los colchones y limpiarla. Para ello tenía un somier de aquellos de alambres de caracol para empezar a desmadejar a mano y que lo más
gordo del polvo callera al suelo. Previamente había descosido la tela de rayas, o aquella otra adamascada con fondo azul o rojo; había quitado los atijos…unos veinte si eran los colchones de cama matrimonial, más o menos la mitad para el resto… y a lavarla. Se cambiaba la lana al suelo encima de una colcha vieja de las que se ponía debajo del colchón en la cama, y al sol durante unas horas; de vez en cuando se le daba la vuelta a la lana y se volvía a desmadejar lo más posible. Después de la siesta, y con poca brisa, comenzaba el vareado de la lana con varas de avellano. Las mujeres se ponían ropa vieja; un mandil, un pañuelo en la cabeza. ¡Madre… déjeme a mí la vara…! empezaban los guajes a darle a la lana; cada varazo silvaba y cortaba el viento, hasta que te cansabas y era el abuelo o el padre que ya había venido de trabajar, el que terminaba la labor.
Así, a fuerza de varear y varear, la lana se iba haciendo cada vez más suave y esponjosa, el buen vareado hacía que la lana fuera soltándose y ahuecándose, caía lentamente sobre el montón. Ya solo quedaba meter la lana en su funda y coser la tela; previo rellenado de un poco más de lana nueva. A veces le ponían imperdibles para ayudar mejor al cosido con las agujas colchoneras; el siguiente paso era hacer coincidir los ojales dobles de la parte de arriba con los de abajo del colchón, y con la aguja larga pasar las cintas y hacer los balduques o lazos para que la lana se sujetara terciada por toda la base. Había otra forma de coser los rebordes llamada a la inglesa, que consistía en coser con hilo de tricotón la tela y algo de lana y así quedaba la cama más vistosa después de hecha. El colchón había aumentado de volumen espectacularmente. Se acercaban las fiestas en los pueblos, y venían familiares y amigos a casa, se llegaba a dormir hasta cuatro o cinco críos en una misma cama, unos para los pies y otros para la cabecera…y se soñaba mejor con los colchones de lana recién vareados.
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