02 junio 2012

Isabel Gómez



Isabel Gómez (Curicó, 1959). Ha publicado Un crudo paseo por la sonrisa (Ediciones MD, 1986); Pubisterio (Ediciones Literatura Alternativa, 1990); Versos de escalera (Ediciones MD, 1994); Perfil de muros (Ediciones Logos, 1998); Boca Pálida (Ediciones Logos, 2003). Este último libro es un homenaje a las mujeres detenidas desaparecidas; Dasein (Ed. Cuarto Propio, 2006). Su obra ha sido incluida en diversas antologías y divulgada en revistas de México, España, Argentina y Francia. En 1997 recibió el premio Pablo Neruda otorgado por la Fundación Neruda. Cursó estudios de Pedagogía y Licenciatura en Educación en la Universidad de los Lagos, donde también obtuvo un Magíster. Actualmente se desempeña en la biblioteca del Colegio York de la ciudad de Santiago. Fue directora de la Sociedad de Escritores de Chile durante dos mandatos.

Boca Pátrida

       He vuelto a este lugar
donde nadie me espera
Tanta nostalgia impide ordenar mi cuerpo
como dos palabras muertas
después del sueño

Entierro mis ojos en la nada
a la intemperie de ti
Soy un espectáculo de sombras
oscureciendo el paisaje
Seguramente naceré de nuevo
porque el territorio es también
mi rabia

Este monólogo de sombras
me traen la tardanza del mundo
Hoy
ni una palabra me nombra
tendré que recoger mis huesos
en otro ataúd

He recorrido la historia de los dioses
y me he detenido en sus tumbas
sólo para recordar
pero han olvidado nuestros nombres
y se alejan en alguna memoria
que los hombres ocultan
sólo para hacer más oscura la noche

Aleja esta hora
donde la palidez
reúne mis lágrimas
Aleja el frío de esta boca
he cambiado la dirección de esta ausencia
No quiero verte
bórrame este mundo que escribo
bórrame las palabras para no pensar
borra esta imperfecta fotografía de mí
haz que olvide
y entierre este cuerpo

He equivocado todas las palabras
la complicidad del mundo
deteriora aún más el silencio
Madre
simularé que vuelvo
de tu cansada sangre
al final de esta piel el miedo me sepulta
me deja a orillas de tu voz
en el rebrote de cualquier pereza
Madre no dejes que arrastre
más muerte a mi sombra

Las voces envejecen sin escucharse
las voces envejecen
sin escucharse

Voy a dejar mi rabia lejos de ti
Chile
he guardado en tu alma mi nombre
para que no sangre
No dejarás que este charco de olvido
cubra mis sueños

Los huesos de la libertad
me sepultan
bajo este pedazo de tierra
que comienza a crecer de mi cuerpo

Madre
Pon tus labios sobre mi corazón.


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