08 julio 2012










Desde la ventana de nuestro blog, queremos compartir con todos nuestros amigos este sexto libro“ A tu encuentro “ de la colección “Poesía en la distancia “, así iremos abriendo, poco a poco, las páginas del mismo.



SILENCIO, SE ESCRIBE

Tal vez lo más
difícil de este proyecto —que llevan a cabo con éxito Lupe
García Araya y Pedro Javier Martín Pedrós— sea que el poeta
debe asumir su propio anonimato antes de aceptar el del otro;
ser un desconocido para sí mismo, inmiscuirse más que nunca
en el silencio para encontrar y perpetuar un silencio ajeno que
precisa del suyo propio para convertirse finalmente en verso, en
el verso preciso, en el verso puntual que comprende —en la
doble acepción del término— el verso anterior y está llamado
a ser antesala del verso al que precede. Tarea difícil y reto
personal para el poeta que acepta.

No pude resistirme a intentarlo en la entrega anterior de
poesía en la distancia que bajo el título de Sin dejar Señales se
convirtió en más que un reto, una forma de plantarme cara a mí
misma y ver hasta qué punto el poeta puede salir de su
ensimismamiento para encontrarse con otros poetas por el
camino, cuyo nombre desconoce al igual que ignora las
emociones que los impulsan y las fuentes de las que beben.

Esta vez, desde la orilla de la escritura, desde estas páginas
que Lupe y Pedro Javier me prestan, compruebo de nuevo y
con cierta nostalgia, el espléndido resultado de su experimento.
Siempre es positivo, siempre satisface y la prueba a la que nos
enfrentamos, sólo por el hecho de pasarla, hace que te sientas
pleno, satisfecho.

De los catorce autores y de sus catorce silencios resultan un
puñado de versos que se encuentran y se acoplan a la
perfección, como si no vinieran de manos distintas, de
diferentes experiencias, de corazones cuyo latido nos es
completamente ajeno y desconocido. Donde más increíble y
enriquecedora resulta la experiencia es en el poema colectivo
donde el texto escrito al alimón pasa a ser territorio transitado
por todas y cada una de las catorce voces hasta conformar una
única voz, un grito que de tan unitario vuelve a transformarse
en lo mismo que lo precedió: silencio.




Fragmento del prólogo de Itziar  Mínguez Arnaíz

Del libro “Silencios encontrados”


                               • María Eleonor Prado Möndinger • Miguel Ferrando Rocher •


Hay un tronco chueco en el huerto de azafranes
con sus hojas marchitas;
peñisca la tierra sus raíces vacías
y yo lo escucho llorar.
Se retuerce, se exige,
le duelen sus semillas yermas,
palidece y se encoge,
y yo lo veo quebrar.
De qué depende el mal, me pregunto
mientras recojo los frutos podridos
inertes.
Ingrávidos, se sumergen en la tierra,
sus pesares, y el cielo se torna gris,
la tierra se empapa al fin de verde,
y el sol ,reluce a lo lejos.

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