A Paloma Corrales
La energía tiene un nombre:
Vladimir
Maiakovski y yo.
Aunque él
sienta que el yo es demasiado poco.
Y yo sea tal
vez el último poeta
que exige el
socialismo para amar
desesperadamente.
Que yo, como
él, necesite precipitarme
en todos los
corazones,
a pesar de
que la barca del amor se estrella
una y otra
vez contra la vida cotidiana.
Contra el
silencio. Contra las palabras huecas.
Camarada
vida, aprieta el paso
dice
Maiakovski
o digo yo.
Afirmamos ambos.
Camarada
Vladimiro,
me quedan
diez años de amar
con cierta
pulcritud
o con un
desahogado talante
de hombre
enérgico,
con las
categóricas afirmaciones
limpias y valientes,
limpias y valientes,
de un poeta
vencido por el viento
de las
costumbres.
Después ya
nada será igual,
todo habrá
terminado
y seremos
felices.
foto: john rawlings

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