06 septiembre 2012

Antonio Porpetta





Antonio Porpetta

Fotografía propiedad del autor
 
 
Nació en Elda (Alicante), en 1936. Es Licenciado en Derecho y Doctor en Ciencias de la Información (Filología Española) por la Universidad Complutense de Madrid, así como Diplomado en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Miembro Correspondiente de las Academias Norteamericana (Nueva York) y Guatemalteca (Guatemala) de la Lengua Española.
 
Su primer poemario, Por un cálido sendero, data de 1978. Desde entonces ha publicado una extensa obra  de poesía (Meditación de los asombros, Ardieron ya los sándalos, El clavicordio ante el espejo, Los sigilos violados, Territorio del fuego, Década del insomnio, Adagio mediterráneo, Silva de extravagancias, Penúltima intemperie, etc.), y también de ensayo (Escritores y Artistas Españoles y El mundo sonoro de Gabriel Miró, entre otros) y de narrativa (El benefactor y diez cuentos más, Manual de supervivencia para turistas españoles). Ha sido traducido, en libro, a diez idiomas.

Tiene prestigiosos premios en su haber, entre ellos: el “Fastenrath” (de la Real Academia Española de la Lengua), “Hilly Mendelssohn”, “Provincia de León”, “José Hierro” y “Ciudad de Valencia”, de poesía, junto a los de la Crítica Literaria Valenciana, de ensayo y de poesía.

Desde 1984 gran parte de su actividad pública viene desarrollándose fuera de España, actuando como conferenciante, director de seminarios de creación poética y lector de poesía en Universidades y centros culturales de muy diversos países de los cinco continentes. En este aspecto, su labor ha sido objeto de destacados reconocimientos, entre ellos, en 1999, la “Llave de Oro” de la ciudad de Smederevo (Serbia), por la difusión de su obra traducida en aquel país, y la “Proclama de Honor” de la Presidencia del Condado de Manhattan, otorgada en abril de 2003 por las actividades académico-literarias desarrolladas en la ciudad de Nueva York durante los últimos diez años.Casado con la poetisa y editora Luzmaría Jiménez Faro, reside en Madrid.
 
Poesía:
1.
Por un cálido sendero (Madrid, 1978); 2. La huella en la ceniza, Prólogo de Leopoldo de Luis (Alicante, 1980); 3. Cuaderno de los acercamientos, "Premio Ángaro" (Sevilla, 1980); 4. Meditación de los asombros, Prólogo de José Hierro, "Premio Gules" (Valencia, 1981); 5. Ardieron ya los sándalos (Madrid, 1982); 6. El clavicordio ante el espejo, "Premio Hilly Mendelssohn" (Madrid, 1984); 7. Los sigilos violados, "Premio VIII Bienal de Poesía Provincia de León" (León, 1985) y "Premio Fastenrath" de la Real Academia Española (Madrid, 1987); 8. Territorio del fuego (Madrid, 1988 y 1989); 9. Década del insomnio (Antología 1980-1990), Introducción y selección de J. Mas (Madrid, 1990); 10. Antología breve para estudiantes, Introducción y selección de S. Pavía (Elda/Alicante, 1992); 11. Adagio mediterráneo, "Premio José Hierro" (San Sebastián de los Reyes/Madrid, 1997). 12. Silva de extravagancias, Prólogo de Pedro J. de la Peña, "Premio Ciudad de Valencia de Poesía en Castellano" (Madrid, 2000) y "Premio de Poesía de la Crítica Literaria Valenciana" (Valencia, 2001). 13. Penúltima intemperie. Antología personal, Introducción de Florencio Martínez Ruiz (Valencia, 2002). 14. De la memoria azul (Valencia, 2003). Como un hondo silencio de campanas (Antología), Prólogo de David Escobar Galindo (San Salvador, 2005).


El niño

Hay un niño que llega cada día
ofreciendo su mínima intemperie
sobre el claro mantel del desayuno.
Levemente se asoma
por la ventana gris de algún periódico,
sin lágrimas ni risas en su rostro:
sólo pura mirada
y un humilde cansancio de terrores
derramado en sus labios.
Viene desde muy lejos:
de las tierras del fuego y la tristeza,
de selvas y arrozales,
de campos arrasados, de montañas perdidas,
de ciudades sin nombre ni memoria
donde la muerte es sólo
una muda costumbre cotidiana.
Tal vez trae en sus manos
algún pobre juguete:
el fusil que encontró en aquella zanja
junto a un hombre dormido,
las inútiles botas de su padre,
el arrugado casco de aluminio
del hermano más alto y más valiente,
el trozo de metralla
que derrumbó su infancia en un instante.
Se sienta a nuestra mesa, quedamente,
como si no estuviera,
y contempla asombrado los terrones
de azúcar, las galletas,
la alegre redondez de las naranjas,
la taza de café, con su recuerdo
de humaredas oscuras.
Nunca nos pide nada: sólo mira
desde un viejo silencio,
con un largo paisaje de preguntas
remansado en sus párpados.

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