Hostal
Apenas se oía el
polvo,
latía la luz en
los intersticios de la veneciana,
esperaba la
llegada de la galera.
Flotaba el brillo
en el oleaje.
¿Llegó, se fue la
embarcación?
Casi todo
resplandecía.
¿Por qué el sauce
no reflejó la albufera?
A pesar del
vaticinio
un callado viento
de azafrán
habitaría esa
noche la pradera.
Eras tú,
atravesando el aire.
Desnuda en la
bañera te esperé.
El árbol
inclinaba su humedad suave
sobre los
azulejos.
Luego, del reposo
la llama. Ciegos
nos hundimos en
el lino, roces
que colman el
abandono
cuando al hielo
regresan los cisnes.


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