Zozobra
Sube un canto de sal
de entre las aguas;
una ligera brisa nos
transporta
entre la blanca
espuma de las olas
que bruñen,
incansables, los mamparos.
En torno a la
barcaza,
enjambres de gaviotas
reidoras
aturden con sus
chillos los oídos.
Arriba el cielo azul
pierde pureza,
se va tornando en
grises nubarrones,
no ríen las gaviotas,
se han marchado,
y la ligera brisa
rola al norte,
ya no hay blancas
espumas en las aguas,
se revolvió la mar
contra el esquife,
mientras el viento
arrecia sus embates.
Se ha vestido de luto
el horizonte,
a la feroz centella
sigue el trueno
acallando el rugir
del mar bravío.
No hay ni tiempo ni
ganas de entonar
la Marinera Salve.
Descomunales olas
traicioneras
embisten por babor a
la barcaza...
El viento se ha
calmado, el mar se aplaca,
y en estrellado
cielo, blanca luna
arranca de las aguas
pura plata
que relumbra entre
restos de un naufragio:
mamparos en deriva,
desperdigada
tablazón, cordajes;
mas ningún resto
humano que, quizás,
aguarden en la costa
su regreso...
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