22 diciembre 2012

Félix Gala Pastor


                                                                           

                                                        Zozobra

Sube un canto de sal de entre las aguas;
una ligera brisa nos transporta
entre la blanca espuma de las olas
que bruñen, incansables, los mamparos.
En torno a la barcaza,
enjambres de gaviotas reidoras
aturden con sus chillos los oídos.

Arriba el cielo azul pierde pureza,
se va tornando en grises nubarrones,
no ríen las gaviotas, se han marchado,
y la ligera brisa rola al norte,
ya no hay blancas espumas en las aguas,
se revolvió la mar contra el esquife,
mientras el viento arrecia sus embates.

Se ha vestido de luto el horizonte,
a la feroz centella sigue el trueno
acallando el rugir del mar bravío.
No hay ni tiempo ni ganas de entonar
la Marinera Salve.
Descomunales olas traicioneras
embisten por babor a la barcaza...

El viento se ha calmado, el mar se aplaca,
y en estrellado cielo, blanca luna
arranca de las aguas pura plata
que relumbra entre restos de un naufragio:
mamparos en deriva,
desperdigada tablazón, cordajes;
mas ningún resto humano que, quizás,
aguarden en la costa su regreso...


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