
Me conoces.
Muchas veces me he desnudado ante ti.
Sabes mi nombre,
Y el sabor de los huesos de la carne que mastica mis dientes,
Pero sin saber el porqué, cuando me ves, siempre me miras
Como si nunca salí de tu vientre.
¡Oh! Espejo, hombre vidente
El único que ocultamente ve el camino que cobija
Al pájaro cuando huye de la lluvia caliente,
Y al cuerpo de la sombra que huye de la luz con sangre carmesí.
¡Lo sé y lo comprendo que ahora estoy vestida
Y mis venas beben una sangre que no es la mía,
pero tú, tu sabes que mi sangre, mi verdadera sangre es tu sangre, la poesía.
Y mi vida, mi auténtica vida
es la vida que no suda ante la muerte,
sino que la muerte suda ante sí,
Y lavándose el rostro siempre vuelve sumisa a tu redil.
¿No ves? Que donde pisas, la tierra se vuelve cielo,
Y la mar se vuelve rebelde al ver la libertad de tus pies.
¿No ves? Que hasta la orilla del mar se ha levantado,
Y ya no espera por él, si no que ella va y busca en tus ojos al mar
que ella con su calma siempre lo ha llegado a enloquecer.
¿No ves? Que el tiempo no corre y el ayer es un eterno siempre hoy.
Y hasta el sol ya no le importa que lo vean en la noche, haciéndole el amor a la luna al revés.
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