El jazz de tu sonrisa
Por TOÑO
MORALA
El club de Jazz rezuma humo y grises de
melancolía entre sus paredes; las fotos tenues, su blanco y negro humilla al
color sepia, sobre el que algunos tienen la mala manía de poner un foco directo
al corazón de la imagen de Benny Goodman con su clarinete
lleno de swing, con
Lionel Hampton, ese vibrafonista que llenaba espacios llenos de
simpatía y humor. Junto a Artie
Shaw (judío), Django
Reinhardt (gitano) y el propio
Hampton (negro) se convirtió en uno de los símbolos de la
apertura cultural y la tolerancia, y de cómo la música no entiende de prejuicios
ni racismos. En la barra, el barman destila cócteles llenos de eróticas frutas
mezcladas con el almíbar exótico de alcoholes para matar la ansiedad de la
pérdida del amor, ese olvido y soledad que algunos humanos eligen como una
salida muy digna para vivir. Sobre el pedestal de madera muerta, un piano suena
sumiso y misterioso, Oscar Peterson está presente en el
ambiente, se respira bop. Abajo, en la mesa redonda de la derecha, fuma
tranquilamente Dinah Washington, te mira como si te quisiera
cantar al oído el blues de la esperanza, sonriente se sube al estrado y las
miradas se vuelven celosas de tanto talento.
Más al fondo, sobre el sofá de terciopelo rojo,
Ron Carter mira de soslayo a su contrabajo, le guiña el ojo y
se abrazan en una melodía no apta para estúpidos. “Philly” Joe
Jones, abre sus muñecas sobre sus manos de baterista, y con las
escobillas remienda sobre la caja el cuatro por cuatro de su sonrisa. En la
pequeña pista de baile, abrazadas, dos parejas se dejan llevar por la música,
mientras entra por la puerta de atrás el saxofón de Ben Webster
acompañado de Miles Davis… se preparan para la Jam Session. El
ambiente se altera por momentos, mientras los latidos del corazón se desbocan…
noche galope a paso lento.
Stephane Grappelli y su violín
reparten ‘Té para dos’… uno para la sonrisa, y otro para el olvido… yo… ya me
voy…
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