28 febrero 2013

Antonio Manuel Fernandez Morala







COLABORACIÓN: AQUELLOS VENDEDORES AMBULANTES DE

 MANSILLA DE LAS MULAS
Autor: Toño Morala.
 
Florencio Barredo con su carro. (Foto: Toño Ceballos)
Siempre hay buenas gentes en los pueblos y Villas, gentes que se han buscado la vida a base de duro trabajo y una honradez a prueba de todo. Gentes que comerciaban ambulantes por las Comarcas con sus productos de todo tipo. Todo lo que era necesario para la sobrevivencia de los hombres y mujeres, era digno de venderse, y con esa dignidad fueron sacando adelante las casas, los hijos, los padres, los abuelos. Así, se asentaron familias venidas de otras partes, y así Mansilla de las Mulas fue creciendo y convirtiéndose en cabecera de comarca. Una Villa llena de encantos en pleno Camino de Santiago. Y entre esas buenas gentes, hoy recordaremos a algunas que andaban de pueblo en pueblo vendiendo desde cacahuetes, velas, pimentón, aceitunas, tripas para la matanza, vino…arreglaban potas y paraguas, y vendían  cientos de helados en las fiestas de los pueblos; recorrían largas distancias con sus carros y mulas, con las alforjas llenas de sueños y mercancías variadas. Los vendedores ambulantes de Mansilla de las Mulas tenían fama a partir de la famosa feria de San Martín allá por el once de noviembre y ya desde la edad media. Comentaremos sobre esos hombres y mujeres que tan duro han trabajado para dejar a sus familias negocios prósperos y comercios que todavía funcionan  a pesar de la crisis.

La lista es variada y llena de anécdotas. Desde el ya famoso Panines que recientemente ha cumplido los cien años, que llevaba quesos a León y traía la  paquetería para el comercio de Mansilla,  hasta la vieja fábrica de fideos de Germiniano Robles, hombre tenaz e inventor, que aparte de fabricar fideos, los vendía con  su bicicleta por todos los pueblos del contorno.
También un grato recuerdo para Modesto y Milagros, los confiteros y heladeros, que en verano salían con su carro-moto a todas las fiestas a vender helados de todo tipo, desde aquellos cortes de mantecado y nata, hasta los polos de hielo de naranja, limón o fresa.
El confitero y heladero Modesto y su
carro-moto de los helados. (foto: Toño Ceballos)
Aquellos estañadores que componían de todo, desde remaches para las potas o cubos y baldes de zinc, arreglaban paraguas y hacían canalones para las casas y bajantes. De Palanquinos vinieron Pepa y Argimira que tenían el taller al lado del arco de la Concepción. “Perdigón” Gabriel Baños, era otro de los estañadores y componedores asentados en  la Villa; en un carnaval de los de entonces, a “Perdigón” se le ocurrió la idea de pegar con estaño un duro a la acera, y todo el mundo se tiraba a por el duro, pero no lo podían coger, pues estaba soldado, mientras las risas burlonas de los asistentes se dejaban ver.
 Otro de los hombres importantes fue Daniel “Picalimas”, un herrero muy trabajador y fino. Según veía al animal sabía a la perfección de donde cojeaba y reparaba con callos a las vacas de trabajo y bueyes, recorría toda la comarca en bicicleta y era tan fuerte que no necesitaba del potro para realizar su trabajo.
Otro de los nombres  famosos por  vender tripas con su madre Candelas, fue Pedro Barredo, hermano de Panines y que también traía la paquetería desde León; eran los Seur de hoy día. Y otro hermano de estos fue Florencio Barredo, que trabajó durante muchos años para la fábrica de gaseosas de los Pichichis. Con su carro y burro “Felipe”, que era el burro más listo del mundo, tenía marcha atrás y sabía todas las rutas del reparto. Celestino era otro hermano e hijo de Candelas que tuvo seis varones y una mujer; se dedicaba a vender en burro por los pueblos queso.¡¡¡Cagüen la burra dios…!!! del gran Badás, cacharrero y chatarrero, una gran persona y gran pescador,  conoce todo el gran río Esla como la palma de mano. Otras cacharreras fueron Isabel y Bernardina, esta última falleció  hace pocos días.

Arturo y Ángeles tenían dos puestos, uno de chuches y juguetes para los niños, y otro para vender vino por las ferias y fiestas de los pueblos; también tuvieron una frutería en frente de la Iglesia. También fabricaban fideos y Rosario, su hija, ayudaba en todo; tan pronto cargaba el carro como ventilaba con un cartoncillo la producción de fideos y los colgaba en varales. Con carro y mula fueron sacando a la familia adelante. La famosa Nisia con su bombo de castañas y también su puesto de chuches. Catalina y Emilia vendían fruta por los pueblos y tenían tienda en frente del bar Mansilles. Ahí comenzó Alonso a vender por los pueblos fruta y todo aquello que pedían y pasó después a tener y todavía la llevan su mujer Magdalena y sus hijos, la famosa Confitería Alonso.
 Una anécdota famosa es la de Antonio Moro y Emi, que de chavales vendían churros por las casas y por cada docena que vendían, el churrero les daba uno de sueldo, no cobraban en dinero, pero llenaban la barriga de los ricos churros.
 “Los Pañeros”, unos gallegos que vendían todo tipo de  paños y paquetería, que recorrían los pueblos con carro y mula, y que también tuvieron tienda en Mansilla.
Celi y Antonio Ceballos con las bicicletas de repartir pescado.
(Foto: Toño Ceballos)
Mención especial para los pescaderos de Mansilla que con sus bicicletas iban a León a comprar el  pescado que luego vendían por la Comarca. Miguel Gutiérrez, Antonio Ceballos, Celi y los Botas. Todavía hoy los hijos de Miguel y Violeta, Juan Carlos Y José María, venden pescado por todos los pueblos, así como desde el año pasado, sus nietos regentan la pescadería familiar.
Nombramos a Poli, pintor, escultor, músico, que con la orquesta Rodríguez tocaban por los pueblos en fiestas. Y recordamos  también a Daniel Sánchez “el pellejero”, que recorría  los pueblos con carro y macho  comprando  pellejos de vaca y cordero para  encurtir y a su vez venderlos para zapateros y fábricas de cueros.

Pedro "el aceitunero" y su mula Azucena
Cerramos esta reseña con Pedro “El Aceitunero” y su mujer María; vendedores ambulantes que se asentaron en Mansilla allá por 1.956, y que tienen una historia llena de duro trabajo. Pedro es de un pueblo de Ávila, de Serranillos, y con su mula “Azucena” recorrió media España con aquellos maletones llenos de Pimentón de La Vera, de higos pasos, de velas, de chocolate y aceitunas. En una campaña llegó a vender más de 4.000 kg. de pimentón; lo que ahora llaman logística, ya lo hacía Pedro hace más de medio siglo. Compraba el pimentón en La Vera y lo facturaba a varias estaciones de su recorrido por la provincia de Toledo, Madrid y toda Castilla y León. Venía vendiendo el apreciado pimentón por todos los pueblos hasta llegar a Mansilla, tardaba hasta más de diez días en llegar caminando con su mula “Azucena”, como también llegaba A Dos Hermanas, Sevilla, para comprar aceitunas de todo tipo, encurtidos ricos. Tuvieron y tienen tienda de ultramarinos, y con dos furgones venden por toda la comarca. Hoy aún lo siguen haciendo Lucio su yerno, una hija, mientras la otra y su nieto Paco regentan la tienda. A Pedro y María les haremos un reportaje bien merecido para más adelante.
No podemos olvidarnos de Geminiano “El Molinero”, de David “El Huevero”, de Fernando Brezmes el de la Tiendina, que vendieron también ultramarinos. Pedimos disculpas por aquellos que seguro no nombramos, un recuerdo también para ellos, esos ambulantes que con tanto esfuerzo y trabajo, con humildad y sencillez, sacaron adelante a sus familias, y escribieron la historia de nuestros pueblos. Pequeño homenaje merecido.     

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